Hoy, Fidel Castro Ruz cumple 95 años. Un día emprendió un viaje y llegaría al sitio donde se prohíbe olvidar. El camino no lo recorrió solo, siempre lo acompañó su hermano más pequeño.
Fidel fue el tercero de siete hermanos. Nació el 13 de agosto de 1926 a las dos de la mañana y pesó doce libras y media.
Los haitianos que hallaron protección en la antigua finca Manacas, de don Ángel Castro Argiz, situada en el entonces barrio de Birán, perteneciente a la jurisdicción de Mayarí, en el centro norte del oriente del país, buscaron hojas de yagrumas y verbena para limpiarlo a esas horas, lo cual ayudaría a la tesura de la piel y a los buenos augurios, según la tradición.
El bautismo del niño demoraría. Constituía una ceremonia muy importante porque en aquella época ocurrían fallecimientos por diversas enfermedades, principalmente en el campo, y cada familia campesina veía al padrino como el segundo padre del hijo ante cualquier situación. Por eso escogían a los amigos de mayor confianza.
Los padres, Lina Ruz González y don Ángel, le pusieron ese nombre en consideración a quien debió bautizarlo: el millonario Fidel Pino Santos. Al parecer nunca surgió el momento adecuado para que coincidiera una visita del rico y un cura en Birán.
Al final, los recién casados Emerenciana Feliú Ruiz, la hermana de la profesora de la escuelita pública, y Luis Alcides Hibber, cónsul de Haití en Santiago de Cuba, asumieron tal responsabilidad el 19 de enero de 1935 en la Santa Iglesia de la Catedral de la citada ciudad.
En ese sitio campestre, que hoy es un Conjunto Histórico, ubicado en el Consejo Popular homónimo del municipio de Cueto, provincia de Holguín, el hombre que lideró la Revolución Cubana y alcanzó el grado de Comandante en Jefe vivió aventuras en ríos y montañas, a caballo, con tirapiedras y demás diversiones junto a hijos de haitianos y jamaicanos pobres.
El cuarto de la casa, donde dormían los hijos varones, tenía dos cama, en una dormían Fidel y Raúl, y Ramón en la otra. Raúl, al ser el más pequeño de ellos, tenía un catre que lo colocaba a su conveniencia, en el recinto de los padres o de los hermanos, cuando lo hacía en el último amanecía al lado de Fidel, lo cual se convirtió en costumbre.
En otro espacio del hogar había una mesa, que la utilizaban los gallegos de la zona para jugabar dominó. Se dividían en republicanos y franquistas, por lo tanto, discutían de manera constante acerca de los acontecimientos de la Guerra Civil Española. Indudablemente, estos debates despertaron en el niño el interés por el tema e influyeron en su formación.
Aquí, don Ángel cenaba solo porque llegaba tarde del ajetreo diario, aunque disfrutaba comer con la familia en fechas señaladas y los fines de semana. En una mesa de mayor dimensión se sentaban en las sillas cabeceras el padre y Fidel.
Entre la tierra propia y la arrendada, la familia tenía no menos de once mil hectáreas. Menos la escuelita y el correo telégrafo, las demás instalaciones del sitio eran propiedad de los Castro Ruz: cine, caballeriza, fonda, farmacia, lechería, carnicería, panadería dulcería, planta eléctrica, taller de mecánica, hotel, valla de gallos que los muchachos empleaban como ring de boxeo, y demás establecimientos que dotaban al lugar de lo necesario para las familias de allí, muchas tenían una parcela de tierra dada por Castro para su autoconsumo.
La fe en la victoria definió a Fidel desde muy joven. En los juegos de pelota no permitía ser sustituido como lanzador. Le hacían 20 carreras y Ramón le decía: “Oye mi hermano, tengo un pitcher bueno que contraté por diez pesos y un plato de comida”, entonces Fidel le contestaba: “Siéntate tranquilo que este juego lo vamos a ganar”. Estaba perdiendo veinte a cero en el octavo inning y no claudicaba.
El tabaco constituía el símbolo de don Ángel. En el día fumaba varios. El 4 de septiembre de 1954 dejó uno prendido en el cuarto de la planta alta y en menos de una hora se quemó la casa.
Pasarían a vivir a una construida para el joven Fidel en 1947. Pensaban los padres que el futuro doctor en leyes se instalaría en la finca por el resto de los años, pero no, decidió cambiar la comodidad de hacendado y luchar por los ideales de su nación.
Cuando triunfó la Revolución Cubana en 1959, don Ángel ya había fallecido y Lina pudo presenciar nada más los primeros años de cambio en el país porque murió el 6 de agosto de 1963. Ella aceptó la Reforma Agraria y de las extensiones de tierra que poseía la familia solo quedaron 30 caballerías, el resto se convirtió en granjas para beneficio del pueblo.
Durante su juventud, Fidel volvería a pisar el suelo de Birán, pero un día regresaría para llevarse a Raúl y juntos, como en la cama que compartían el sueño, emprender un largo camino en defensa de la justicia. Llegaron hasta al corazón del mundo.
Por Boris E. González Abreut
Departamento de Comunicación del Citma
Fuentes consultadas:
Antonio López Herrera, investigador e historiador del Conjunto Histórico de Birán.
Ignacio Ramonet: Cien horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet, tercera edición, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, p. 796.
Frei Betto: Fidel y la Religión. Conversaciones con Frei Betto, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1985, p. 370.
Katiuska Blanco: Todo el tiempo de los cedros: Paisaje familiar de Fidel Castro Ruz, Casa Editora Abril, 2003, p. 575.
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