El 8 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Radiología, ocasión para felicitar a los especialistas de la salud que a través de equipos pueden ver el interior del cuerpo humano para detectar, diagnosticar y tratar enfermedades o lesiones, así como para verificar el estado de salud de un paciente.
Esta especialidad, conocida también como imagenología o rayos X (en Cuba), permite curar fracturas, poner prótesis adecuadas a cada situación, observar la evolución y desarrollo de los fetos y poder conocer la condición real del cerebro, sin necesidad de someter a una persona a cirugía ni otro tipo de intervenciones.
Ante la aparición del coronavirus SARS-CoV-2, los radiólogos han sido de mucha ayuda para comprender mejor los síntomas que provoca. Mediante las imágenes se han podido detectar complicaciones como lesiones, neumonía o coágulos sanguíneos en los pulmones.
Para la identificación del virus comúnmente se realizan pruebas de laboratorio, pero la imagenología médica ayuda a evaluar a los pacientes en las distintas fases de la enfermedad, en particular en los casos moderados, graves o críticos.
Trabajar con rayos X conlleva tomar medidas de seguridad porque las radiaciones pueden generar diferentes tipos de cáncer, mutaciones genéticas, infertilidad, ceguera, destrucción del sistema inmune, enfermedades cardiovasculares, pérdida del cabello, problemas en los riñones, entre otras enfermedades.
A modo de agradecimiento por su labor y los riesgos que asumen los especialista, se seleccionó este día para homenajearlos.
Desde 2012, más de 200 sociedades nacionales de radiología del mundo acompañan la iniciativa de la conmemoración, que fue una iniciativa de la Sociedad Europea de Radiología, la Sociedad de Radiología de Norteamérica y el Colegio Estadounidense de Radiología.
De este modo se recuerda, además, el descubrimiento de los rayos X, por el ingeniero y físico alemán Wilhenm Conrad Röntgen, quien el 8 de noviembre de 1895, realizando un experimento con rayos catódicos y ampollas de vidrio al vacío, notó que cuando la corriente atravesaba la ampolla, se producía un efecto fluorescente, algo que también ocurría sobre la placas fotográficas. Al acontecimiento, el científico lo denominó rayos X.
Años más tarde, Röntgen informó al gremio científico y médico la utilidad de su descubrimiento para observar el interior del cuerpo humano, lo cual se llevó a la práctica en hospitales, en poco tiempo.
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