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Viaje a La Castellana, obra de amor, confianza y esperanza

Foto: Tomada del Twitter del Presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez

Este viernes, al filo de las ocho de la mañana, el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, visitó el Centro Médico Sicopedagógico La Castellana, ubicado en el capitalino municipio de Arroyo Naranjo. Allí, en referencia a la institución, afirmó: «Eso es defender derechos humanos»

«Papá…», le dijo el joven, desde su asiento en el taller de artesanía, al Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Cuando se alejó el mandatario, se escucharon tras de sí sonidos de emoción intensa y cristalina, de muchacho feliz por el encuentro.

No sucedió en cualquier lugar de la Isla, sino en uno donde el amor es quien dirá siempre la última palabra: el Centro Médico Sicopedagógico La Castellana, ubicado en el capitalino municipio de Arroyo Naranjo, y hasta donde llegó el Presidente, al filo de las ocho de la mañana de este viernes.

Yendo al final de una historia conmovedora, esta reportera quiere dar fe de que, sobre la hoja del libro para notas del visitante, las letras estampadas por el dignatario lo ocuparon todo, de borde a borde: «En días pasados —dejó escrito Díaz-Canel Bermúdez—, cuando compartíamos un encuentro con representantes de nuestro pueblo en relación al Código de las Familias, la directora de La Castellana, emblemático centro de amor, dedicado a defender derechos y garantías de las personas en situación de discapacidad, me hizo una invitación.

«Hoy, felizmente, estamos aquí; y lo que apreciamos es mucho más de lo que podemos entender en una explicación, por muy amplia que sea. Aquí existe una obra de amor, de confianza, de esperanza; aquí se defienden derechos humanos; aquí se trabaja desde las emociones, los sentimientos y el compromiso. En fin, se demuestra la vocación humanista de la Revolución Cubana».

El Jefe de Estado cerró su nota con un «nuestras felicitaciones por los logros alcanzados. Éxitos en el trabajo». Y dejó un abrazo, «con cariño e inmenso respeto y admiración por lo que hacen».

La directora de la institución, Marileidys Perdomo Monteagudo, dijo en ese momento de despedidas: «Muy lindas sus palabras, Presidente: nos comprometen a continuar en el esfuerzo, la dedicación y el empeño. Y ya sabe: tiene una tropa aquí, con la que puede contar para lo que sea».

Todavía la luz del sol no se hacía sentir cuando Marileidys Perdomo explicó a los reporteros detalles que luego compartió con el mandatario: La Castellana, narró, fue una clínica privada fundada en 1943. Sus dueños fueron españoles de la región de Castilla, y de ahí le viene el nombre a la institución.

En 1963, con la Revolución muy joven, el lugar fue destinado, «a los servicios de Salud, específicamente a atender a la población con necesidades severas de aprendizaje», enunció la directora, quien dijo estar haciendo alusión a «casos que por lo general tienen causas de origen genético, niños que nacen con epilepsias, con cardiopatías congénitas», y a los que se hace necesario abordarlos, primeramente, «desde el punto de vista clínico».

Sobre lo anterior, la especialista hizo referencia a evaluaciones auditivas, colocación de prótesis, compensación de trastornos siquiátricos, atención a epilepsias; «y cuando se logra un estado óptimo de salud», y han tomado parte «cuantas especialidades médicas» hayan hecho falta, «entonces se hace la intervención sicopedagógica».

Según enfatizó a los periodistas Marileidys Perdomo Monteagudo, «el objetivo nuestro no difiere del resto de las instituciones educacionales, porque el fin es incorporarlos (a los pacientes) a la vida socio-laboral. Lo que varía son los programas del currículum de atención, que están basados en habilidades académicas funcionales, que les permitan a ellos desarrollarse en esferas fundamentales».

Esos ámbitos son, según amplió la directora de La Castellana, los de «la autonomía personal (que es la satisfacción de las necesidades básicas personales), el área de la conducta y socialización, la capacitación para el trabajo, el desarrollo de la comunicación, y el autoservicio».

RECORRIENDO LA SENSIBILIDAD

Cuando llegó el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista a La Castellana lo estaban esperando trabajadores y pacientes de la institución. Vivas a Díaz-Canel y a la Revolución rasgaron el frescor de la mañana.

«¿Qué le decimos al Presidente?: Que aquí tiene una tropa…», expresó la directora. Y junto a ella Alejandro Freijo Villarreal, quien ha tenido en La Castellana su hogar durante casi tres décadas, dijo que «la tropa está presente», y que quieren ir a Pinar del Río para ayudar.

Alejandro recordó al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, y en todo el recorrido por la institución no se separó un instante del mandatario. Al final, Díaz-Canel Bermúdez le dijo: «Fue un placer conocerte».

Mientras daba la bienvenida al mandatario, Perdomo Monteagudo definió que una «de las obras más lindas, más humanas que tiene la Revolución Cubana, es la atención a las personas en situación de discapacidad; porque les permite crecer como seres humanos, alcanzar el desarrollo de sus potencialidades, incorporarse al trabajo, el derecho a tener pareja, al tiempo de que la familia también se puede incorporar a la sociedad».

En La Castellana, de un total de 280 pacientes, 190 son seminternos, y 90 son internos. «Los que van y vienen diariamente, lo hacen en los ómnibus verdes», explicó la directora en el encuentro donde también se encontraban el Primer Secretario del Partido en la capital, Luis Antonio Torres Iríbar; el Gobernador de La Habana, Reinaldo García Zapata; el ministro de Salud Pública, José Angel Portal Miranda, entre otras autoridades.

Díaz-Canel se interesó por diversos temas: por las edades de los pacientes —ante lo cual le explicaron que la labor comienza con un programa de atención temprana, a partir de que el niño nace—. «O sea —reflexionó el dignatario—, que los hay que han pasado su vida aquí».

La directora volvió sobre la idea de que el propósito «del centro no difiere del de las instituciones educacionales, que es lograr la inclusión y la participación social». Y ante tal esencia el Jefe de Estado afirmó: «Eso es defender derechos humanos».

Los horarios de estancia en La Castellana, y la comunicación de los especialistas con las familias de los pacientes motivaron otras preguntas del mandatario, quien seguía buscando detalles mientras recorría el taller artesanal, ese universo donde los pacientes crean, sueñan, y se realizan.

Quiso Díaz-Canel conocer sobre las materias primas con las cuales los artesanos hacen flores y otros adornos. Allí un joven le dijo que tiene novia, ante lo cual el Presidente pidió que si algún día hay boda lo inviten.

Como un maestro el mandatario preguntaba, mesa a mesa, sobre lo que estaban haciendo en el taller. Y en ese recorrido iba conociendo que quienes están al amparo de La Castellana hacen teatro, danza y deportes (con olímpicos resultados). Amor, paciencia, paciencia, iba enunciando el Presidente mientras veía trabajar a los beneficiarios de la institución.

Todo allí parece imbricarse en pos de un mismo fin: la joven auxiliar pedagógica, formada en la institución y que ya puede ayudar con su salario a la familia, especialmente a su madre; o los jóvenes de la Cooperativa de Diseño, arquitectura y construcción (Diarco), que han remodelado y embellecido espacios de La Castellana y que piensan seguir allí, encariñados con la alegría de los niños y los adolescentes.

«Aquí llegamos en abril —nos contó Gretel Grisel Llibre, de la Cooperativa—; realmente es una experiencia increíble: uno se involucra en los sentimientos de los muchachos, de las personas que los atienden».

Yeni Tuero Hodelín, quien trabaja en La Castellana en terapia física y rehabilitación, compartió más de una verdad, desde la emoción, con los reporteros: a los pacientes de la institución, si les dijiste el día anterior que te sentías mal, al día siguiente serán los primeros en preguntarte si ya estás bien. La sociedad, dijo, tiene que aprender de ellos y acercarse más a estos centros.

Y tiene mucha razón Yeni, porque en universos como el de La Castellana, ni el más duro de los vendavales destiñe o afloja puntales como la esperanza o el amparo –ese amparo del que tanto sabe y siente la Revolución. 

Viaje a La Castellana, obra de amor, confianza y esperanza
Foto: Estudios Revolución
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Foto: Estudios Revolución

Tomado de Granma

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