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La ciencia palpable en Güira de Melena

El proyecto científico da empleo a mujeres de la zona y desarrolla una agricultura más sostenible y armónica con el medio ambiente.

A diferencia del sector agrícola en otros municipios, los campesinos güireños acumulan vasta experiencia en el uso de medios biológicos como el aceite del nim y el nitrofix, un biofertilizante producido por la UEB Bioprocesos Cuba 10 en Quivicán, que ha probado su valía al incrementar el rendimiento, no solo de la caña de azúcar.

La alta demanda de bioproductos, en específico de bioplaguicidas, motivó a José Alfredo Ramos Zayas, técnico agrónomo y fitosanitario hace 35 años en la Empresa Agropecuaria de la localidad, a crear el laboratorio de Entomófagos y Entomopatógenos.

En el espacio de naves abandonadas se diseñó el proyecto científico, que da empleo a mujeres de la zona y desarrolla una agricultura más sostenible y armónica con el medio ambiente.

Su línea fundamental consiste en la producción de heterorhabditis amazonensis, un nemátodo en forma de microlombricilla con una bacteria adentro, que utiliza como huésped de la larva de un insecto, y se emplea en maíz, tabaco, berro y arroz.

Ramos Zayas explica que producen unas 3 000 millones de unidades mensuales, aunque aún resulta insuficiente para las exigencias del mayor polo productivo del territorio. “Tenemos garantizada la alimentación sobre la base de cabecilla de arroz, miel, trigo, soya, entre otros compuestos”, apuntó.

Además, “hemos previsto montar una planta de producción de tricoderma, con cepas del Instituto de Sanidad Vegetal. Se trata de un hongo antagonista que coloniza el suelo y libera toxinas que inhiben al resto de los microorganismos nocivos para las plantas”.

Alfredo asegura que en Artemisa y Mayabeque, debido a la intensa explotación de los suelos, estos se han antropizado y presentan deterioro del contenido de materia orgánica, por lo cual aumenta la compactación.

“El suelo drena poco, mantiene alto nivel de humedad, aunque se regule el riego, y muchos hongos malignos prefieren ese entorno para vivir. El tricoderma pensamos exportarlo bajo nuestra propia marca, como ya lo logramos con 30 toneladas de bacilos”, explica.

“Queríamos incluso producir rizobios para frijol, garbanzo y maíz, pero en estado líquido, de modo que puedan incorporarse al humus de lombriz en las máquinas sembradoras”.

Tales proyectos chocan con la escasa capacidad tecnológica y las limitaciones de algunos recursos como sustratos y medios de cultivo. Sin embargo, “nos insertamos en un proyecto con el Instituto Nacional de Suelos para el desarrollo de biofertilizantes, al tiempo que estrechamos vínculos con el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria”.

Alfredo es de los que no se detienen; pretende ampliar su genial idea hacia nuevos departamentos, como un cuarto refrigerado que le permitirá conservar muestras. Mientras, lleva a cabo sus propios experimentos: un bioenergético nombrado Solpro que estimula el sistema radicular de la planta y combate los efectos del cambio climático.

Y es que a la voluntad de crecer en volúmenes de alimentos solo puede acompañarla la ciencia, ese bien cada día más tangible en la mesa y la esperanza de los cubanos.

Tomado de El artemiseño

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