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Cuba: Una Rosa sin fronteras

Rosa Elena era médico, viróloga, y a raíz del brote de fiebre porcina africana, lideró su control.

Hay personas que permanecen vivas aunque hayan emprendido su viaje eterno. Perduran por sus enseñanzas y sabiduría. Y ello le ocurre a María del Carmen Velasco Gómez, delegada territorial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), de Cuba, cuando recuerda a la Dra. Rosa Elena Simeón Negrín, ministra del organismo hasta su partida física, que hoy, 17 de junio, celebraría  su 80 cumpleaños.

Con múltiples motivaciones la Dra. Velasco recurre a las memorias «porque ella siempre decía que lo importante es que existieran diferentes opiniones en el quehacer científico. Y cuánta certeza tenía al expresar que no le preocupaba que dos colectivos investigaran sobre el mismo tema porque de esos resultados saldría un nuevo aporte más sólido, más robusto».

Entonces acude al privilegio de intercambiar mucho con Rosa y de aprender de ese método de trabajo, muy de ella, al trazar pautas a seguir.

«Me dio tres grandes metas: Rescatar la posición de Villa Clara en la ciencia y la innovación en Cuba, lograr que al término de la construcción del pedraplén Caibarién—Cayo Santamaría se mantuviera vivo el bosque verde de este último sitio, y que siempre trabajara con personas de avanzada.

— Si le pidiera describirla…

— Una científica con un talento extraordinario, apoyado en su inteligencia, y para mí alguien sin fronteras. Escuchaba a representantes de cualquier especialidad, sin desestimar ningún criterio pues sostenía aquello de que «de todos se aprende».

— ¿Es cierto que tenía una máxima muy específica?

— Ella decía: «No pretendan dirigir a los científicos, a ellos solo hay que conducirlos porque tienen criterios propios, pero lo interesante es lograr que ese juicio se formule a partir de lo que necesitamos».

Rosa Elena era médico, viróloga, y a raíz del brote de fiebre porcina africana que afectó a Cuba en dos oportunidades, una en 1971 y otra en 1980, lideró su control. Ello resultó lo suficiente para proponerle a Fidel que haría un doctorado en Ciencias sobre el tema.

«Fidel se sorprendió, le cuestionaba que ya ella era doctora; sin embargo, su perseverancia la llevó a cumplir su sueño, y le explicó al líder cubano la importancia que tiene para el pensamiento y la agudeza científica el hecho de consolidar su doctorado. Recalcaba que no era por la vanidad de tener un título, más bien por lograr miradas visionarias y completas que permitieran comprender muchos detalles con mayor rapidez».

— Desde su punto de vista ¿cuál era la cualidad más estimable de Rosa Elena Simeón?

— Ser muy gestora del conocimiento con unas ideas de avanzada. Cuba ha creado las organizaciones superiores de dirección, y en el Citma se constituyeron desde 1995. Ella las llamó agencias para el desarrollo, y así consolidó la de Medio Ambiente, la de Ciencia y la Tecnología, otra para las tecnologías nucleares y una para la información y el conocimiento a fin de ordenar prioridades, diseñar investigaciones y conducir a través de diferentes secciones. 

— Una economista como usted llegó un día de 1998 a dirigir los destinos de la ciencia, la tecnología y el medio ambiente en la provincia ¿Qué le ha enseñado el Citma?

— A partir del legado de ella he interpretado muchos conceptos y a pensar sin limitantes porque en esos obstáculos que nos creamos interfieren los propios pensamientos en busca de ideas novedosas y de resultados científicos. Lo aprendí de Rosa Elena, por ello me resulta imposible el día que no la recuerde.

Tomado de Vanguardia

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