El memorable discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro en la Cumbre de Río, en 1992, ha trascendido el paso de un siglo a otro y tiene todavía muchos mensajes. Sus alertas siguen todavía en pie y por ello es necesario regresar una y otra vez a ellas. Se recuerdan siempre y sobre todo este 13 de agosto, en el aniversario 97 de su natalicio.
“Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre.
Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo.
Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad. Con sólo el 20% de la población mundial, ellas consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer.
Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.
La solución no puede ser impedir el desarrollo a los que más lo necesitan. Lo real es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y a la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología. Decenas de millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales. El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente.
Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.
Cuando las supuestas amenazas del comunismo han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del planeta?
Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo.
Nada que objetar. Actual como aquel 12 de junio de 1992 cuando fue pronunciado en Río de Janeiro. Y aunque este sea memorable, no fue la única alusión al caos medioambiental que avanzaba silencioso a la vista de todos, tema que fue tan recurrente como la importancia de la ciencia para el desarrollo.
En 1972, en la Universidad de Ciencias Agrícolas de Godollo, Hungría, Fidel señaló que “en la sociedad, en la humanidad actual hay, por otro lado, una gran destrucción de recursos naturales. …Todavía no está resuelto ni mucho menos cómo la humanidad va a encontrar fuentes sustitutivas de esa energía, y hoy se destruye el petróleo como antes se destruyeron los bosques.”
Esas ideas evolucionaron hasta llegar a las conclusiones en el Segundo Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 24 de diciembre de 1977, cuando el Comandante enfatizó que “los problemas que tendrá el mundo del futuro: alimentación, crecimiento descontrolado de la población, contaminación, problemas energéticos, escasez de recursos naturales, los problemas del desarrollo. Creemos que sin un verdadero clima de paz en el mundo, esos problemas ni siquiera empezarían a resolverse”.
En otra de sus intervenciones, en la clausura del VII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en diciembre de 1985, consideraba: “Cuando se habla de proteger el medio ambiente, de proteger las aguas del mar, de proteger el aire, de proteger la naturaleza contaminada y destruida constantemente por el sistema de las sociedades capitalistas desarrolladas, con su afán demencial de consumo, nos damos cuenta también de que hay que proteger el cerebro humano de la contaminación y del veneno; porque si han envenenado los mares, los ríos y la atmósfera, están envenenando el cerebro humano, en dosis increíbles, a través de una cinematografía burdamente comercial e irresponsable”.
En la Cumbre de los Jefes de Gobierno de la Asociación de Estados del Caribe sobre comercio, turismo y transporte, en Trinidad y Tobago, reiteró sus alertas, que bien podrían resonar en los diferentes foros internacionales de estos tiempos: “No es posible esperar, pues mañana podría ser demasiado tarde. Nuestras decisiones de hoy no pueden convertirse en letra muerta; han de tener un seguimiento concreto y resultar en la creación de efectivos instrumentos de trabajo conjunto”.
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