Acciones que contribuirán a minimizar los impactos del cambio climático y mejorar la calidad de vida en asentamientos situados en dos tramos del litoral sur —planificadas para ejecutarse durante ocho años de intervención y 22 de mantenimiento—, propone el proyecto internacional Mi Costa.
A mediano y largo plazos está previsto recuperar más de 15 000 hectáreas (ha) de ecosistemas costeros, de manera fundamental manglares, bosques y herbazales de ciénagas que devolverán las funcionalidades a humedales, explicó la Doctora en Ciencias Sandra Loza Álvarez, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar (Icimar) y coordinadora técnica de la referida iniciativa global.
Las intervenciones directas en La Coloma, Playa Cajío, Surgidero de Batabanó, Júcaro, Playa Florida, Santa Cruz del Sur y Manzanillo, aumentarán la resiliencia ante eventos hidrometeorológicos extremos en las comunidades más vulnerables del litoral sur cubano.
Subrayó la rehabilitación de más de 11 000 ha de bosques de manglares como importante labor que permitirá disponer de una barrera natural con todas las condiciones para enfrentar los embates de fuertes vientos e inundaciones.
Los manglares, pastos marinos y arrecifes coralinos, cuyo manejo también forma parte de los objetivos del proyecto, conforman una tríada protectora de los poblados costeros ante fenómenos climatológicos de gran magnitud, al disminuir la fuerza del oleaje y, en el caso de los primeros, también aminoran la intensidad de los vientos y las penetraciones del mar, argumentó.
Consciente de que la pesca es una de las principales actividades económicas y fuentes de ingreso de las familias ubicadas en esos asentamientos, destacó la importancia de la regeneración de manglares para proporcionar un hábitat adecuado a numerosos animales, contempladas variedades de peces que encuentran refugio y alimentación en las raíces de esas plantas.
Por tanto, restaurar los bosques del litoral representa garantía para el desarrollo de la actividad pesquera y la recuperación de especies que han disminuido de forma considerable, como consecuencia del deterioro del ecosistema, explicó la investigadora del Icimar, centro científico adscrito a la Agencia de Medio Ambiente (AMA) del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma).
La preservación pesquera implica mantener una importante fuente de empleo, además de resguardar una de las tradiciones culturales más antiguas y valoradas en los asentamientos costeros, pero solo será posible en la medida en que los habitantes asuman actitudes consecuentes con el entorno.
En las actuales circunstancias se impone la modificación de determinadas prácticas para no acrecentar las vulnerabilidades, por tal motivo, a la par de las acciones técnicas, efectuarán capacitaciones en centros comunitarios que serán habilitados para transferir conocimientos sobre el enfrentamiento al cambio climático.
Asimismo, se ejecutarán tareas destinadas al manejo del agua, de forma que se provea la requerida para que el humedal recobre sus condiciones, por tanto, esta representa una acción facilitadora para la recuperación de los manglares, además de contribuir al mejoramiento de este líquido vital destinado al consumo social y actividades económicas.
Los esfuerzos del proyecto también están encaminados a disminuir los efectos de la intrusión salina, favorecida por el aumento del nivel del mar y causante de un deterioro en la calidad de los reservorios de agua, problema ambiental que será contrarrestado mediante la recarga a los acuíferos y el restablecimiento del drenaje hacia la zona costera.
En la medida en que se fortalezcan los bosques de manglares, estos serán capaces de contener la penetración de la cuña salina y retener volúmenes superiores de agua dulce, de manera que también disminuyen los niveles de salinidad en el litoral y se crean condiciones idóneas para diferentes formas de vida.
Proporcionar ese líquido con mayor calidad a la población del lugar mejora la salud, soluciona una de las preocupaciones fundamentales de esas comunidades y materializa el objetivo de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas relacionado con el acceso al agua potable, enfatizó.
Loza Álvarez expuso que Mi Costa generará nuevas oportunidades de empleo, mayormente vinculadas a actividades forestales y de monitoreo en las áreas que serán beneficiadas, donde se pretende incorporar fuerza femenina (consagrada en la actualidad a labores domésticas), por tanto, se potencia su empoderamiento económico y social.
Con la premisa de no generar conflictos que afecten al entorno y sus habitantes, el proyecto activó en el área un mecanismo de salvaguardas ambientales y sociales que vela por la protección de los recursos naturales e intereses de la comunidad. Las posibles afectaciones deben ser identificadas y resueltas con oportunidad y agilidad.
Mi Costa materializa nueve de las tareas previstas en el Plan del Estado Cubano para el Enfrentamiento al Cambio Climático (Tarea Vida), circunstancias que explican el interés por este proyecto, el cual cuenta con financiamiento del gobierno en la Isla y del Fondo Verde del Clima, el último tramitado a través del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Por su relevancia, este programa implica a organismos estratégicos como el Citma (representado por la AMA con Icimar), los institutos nacionales de Recursos Hidráulicos y de Ordenamiento Territorial y Urbanístico, los ministerios de la Agricultura y de Educación Superior; así como también la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
Alrededor de 1,3 millones de personas, residentes en siete asentamientos del litoral sur de la Mayor de las Antillas y 24 municipios, se beneficiarán con esta iniciativa, que prevé aumentar la resiliencia climática al implementar soluciones de adaptación basadas en ecosistemas.
Tomado de Invasor