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Las nubes: Cuando las gotas de agua se convierten en obras de arte

El aspecto y la forma de las nubes no depende solamente del tipo de partículas que las forman, sean gotas de agua o cristales de hielo, sino del ambiente en que esto ocurra.

No es fácil el reto de traer cada semana un tema de interés para compartir en este espacio. Una persona muy cercana a la que constantemente consulto sobre alguna temática interesante, sobre la que le gustaría saber, me dice: “escribe sobre las nubes, a todos les interesa saber de las nubes”. Pues en la última entrega de este 2023, vamos a conversar sobre esta temática.

Las nubes están compuestas por gotas de agua, que en algunos casos por la altura la que se encuentran se convierten en cristales de hielo. Estas se forman alrededor de partículas mucho más pequeñas, de disímiles orígenes, llamadas núcleos de condensación. Como su nombre lo indica, sobre estos núcleos se condensa la humedad del aire (pasando de estado gaseoso a líquido) cuando este se satura, es decir, que contiene todo el vapor de agua posible y comienza a depositarse en estas partículas microscópicas, que además deben que tener la característica de ser higroscópicas.

¿Qué significa que sean higroscópicas? Que sean más propensas a absorber la humedad del medio circundante. Una sustancia higroscópica que tenemos muy cerca es la sal común, basta dejar un poco de sal fuera de su recipiente para que esta se humedezca, aun sin haber estado en contacto directo con ningún líquido, algo que se ve más aún en días lluviosos o ambientes muy húmedos.

Muchos recordamos aquellos dibujos animados en que alguno de los personajes ponía “hielo seco” en una nube y esta inmediatamente se ponía oscura y comenzaba a llover y producir descargas eléctricas. En efecto, el “hielo seco” es una de las sustancias que se han utilizado en los experimentos de incremento artificial de la lluvia, al igual que otros materiales glaciogénicos como el yoduro de plata.

Estos, además de atraer la humedad del aire, son inyectados en las nubes mediante dispositivos especiales para su dispersión desde aviones, con el objetivo de generar núcleos de hielo que permitan un mayor “crecimiento” de las nubes y que esta tenga una mayor cantidad de agua para precipitar. En Cuba se realizaron en varias ocasiones este tipo de experimentos a finales del pasado siglo y comienzos de este, un tema que ya dejamos marcado para tocarlo en otra entrega.

Son distintos los mecanismos que transportan esta humedad. Estos pueden ser horizontales, en este caso generalmente asociados a las corrientes de aire, o verticales, en estos últimos se encuentran diferencias, sobre todo por las distintas fuerzas que actúan.

Normalmente, los niveles de la atmósfera con mayor contenido de humedad son aquellos más próximos a la superficie, ya que en ella se encuentran las fuentes de humedad: océanos, lagos, ríos; que mediante la evaporación incorporan a la atmósfera vapor de agua. Este vapor de agua es transportado hacia las capas superiores, muchas veces por el calentamiento de la superficie de la tierra o del mar, que genera corrientes ascendentes.

En otras ocasiones, el ascenso del aire (y, por tanto, de esa humedad) se da por el traslado sobre una superficie con pendiente ascendente, lo que ocurre en las laderas de una montaña, que fuerza al aire a subir hasta un nivel en que esta se condensa e incluso llega a precipitar. Esto produce que las laderas de barlovento sean muy húmedas y las de sotavento sean secas, provocando grandes contrastes en zonas muy cercanas.

El aspecto y la forma de las nubes no depende solamente del tipo de partículas que las forman, sean gotas de agua o cristales de hielo, sino del ambiente en que esto ocurra, siendo dependientes de las fuerzas verticales presentes, la intensidad de los vientos en los distintos niveles, etc. Cuando algunas de estas combinaciones ocurren toman formas asombrosas, sobre todo ante variaciones significativas en estas fuerzas en zonas adyacentes.

A comienzos de este mes se avistaban en La Habana una formación de nubes que resultan muy poco comunes, compartidas por el meteorólogo matancero Henry Delgado Manzor.

Estas nubes, con aspecto de olas, son formadas por la inestabilidad de “Kelvin-Helmhotz”, que no es más que la consecuencia de un fluido, en este caso la atmósfera, moviéndose a diferentes velocidades en un mismo sentido. Esto provoca que tomen esa forma que recuerda las olas del mar que “rompen”.

Otras de estas formas ya las hemos visto en entregas anteriores de esta columna, como son los vórtices de von Kármán, en este caso por perturbaciones en las fueras horizontales del viento al rodear un obstáculo.

En otras de las configuraciones comunes están las ondas gravitacionales, llamadas así porque la fuerza de gravedad es la fuerza compensatoria en ese proceso.

Vamos a explicarlo rápidamente, el aire húmedo se encuentra con un obstáculo, de dimensiones considerables, que lo fuerza a ascender, provocando que se forme nubosidad o se vuelva más densa por el descenso de la temperatura. Una vez que esta sigue avanzando y rebasó el objeto tiende a hundirse y gana nuevamente en temperatura, disipándose parcial o totalmente la nubosidad, pero que a su vez lleva al proceso a un nuevo punto de partida, repitiéndose nuevamente corriente arriba del viento. Es similar a lo que ocurre cuando lanzamos una piedra a un cuerpo de agua, creando ondas que se van propagando, y que según nos alejamos de la perturbación son menos evidentes.

Si bien son impresionantes vistas desde arriba, pudiendo contemplar toda su extensión, también lo es verlo “desde abajo”, sobre todo en casos tan asombrosos como este que ocurre en el monte Fuji, en Japón. ¡Feliz 2024!

Tomado de Cubadebate

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