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No hay meteorólogo que se levante y no mire al cielo

Atento siempre a cada detalle, analizar detalladamente para que los errores resulten mínimos, una premisa de los meteorólogos.

Existen personas que se convierten en  personajes típicos y queridos de su ciudad, que andan por las calles y muchas miradas los siguen, aunque no se conozcan personalmente. Quién duda que este es el caso de José Orestes Lamadrid Borrell, el hombre que sentó cátedra en la Meteorología villaclareña y ¿por qué no? del país; sin embargo, sus inicios estuvieron alejados de esta ciencia, pues primero se desempeñó como ingeniero eléctrico y luego en el campo de la Agronomía.

Un día de este año se acogió a la jubilación, pero le resulta imposible quedarse en casa. Demasiado temperamento para permanecer pasivo, y con su típica gorra de diferentes modalidades y la interacción siempre grata con aquellos que lo detienen, sube los 29 escalones que median entre la entrada del Centro Meteorológico Provincial (CMP) y la planta central del edificio.

En el diálogo que entablamos recuerda a Báez, su natal poblado placeteño, y a su entrañable profesora de Geografía, quien, quizás, lo motivó a emprender el estudio de los fenómenos atmosféricos y de los mecanismos que intervienen en el tiempo.   

«Cuántos recuerdos me trae Andrea —dice—, no sé si aún vive. Era de Agabama y creó un círculo de interés de Meteorología. Hacíamos nuestros instrumentos rudimentarios y verdaderamente fue de las primeras que nos impulsaron para adentrarnos en la ciencia.

—Desde entonces miraba las nubes, el cielo… ¿Son fuentes de aprendizaje?

—Sin duda. Recuerdo el ciclón Flora, aún era bastante muchacho y tenía interés en ver cómo evolucionaba aquello, siempre indagando, hasta que llegué a ser meteorólogo.

—¿Observar el cielo le ofrece herramientas indispensables?

—Por supuesto. No hay meteorólogo que se levante por la mañana y no mire el cielo. La composición de las nubes, el tipo de nubosidad, el viento son factores determinantes en la Meteorología, es casi el ABC. La tecnología resulta muy buena, mas todo parte de la visualización. Las nubes ofrecen detalles muy precisos para conformar el pronóstico del tiempo.

—¿Es cierto que estudió, primero, Ingeniería Eléctrica?

—Me gustaba la electrónica, que también me ayudó en la Meteorología porque esta tiene parte de esa rama. Estuve en la Universidad el primer año, pero suspendí algunas asignaturas y al final abandoné la carrera.

—¿Y llega el traspaso al Instituto de Meteorología en La Habana?

—Se habilitó un curso en Casablanca y vi los cielos abiertos. Me formé en los cursos iniciales que ofreció el Insmet. Había habido otro en 1965, y el mío fue en 1972, para formar personal meteorológico clase II, entre los cuatro tipos que existían, ya con nivel de preuniversitario.

«Era el último curso impartido por el Insmet y los restantes pasaron a la Universidad de La Habana. Creo que existió una subsede en Camagüey».  

—Cuándo se inserta en Villa Clara?

—Al terminar ese período. Comencé aquí al trasladarse los alumnos a sus respectivas provincias, y en mi caso estuve 47 años en el servicio meteorológico, admirando siempre a los referentes que teníamos y que influyeron en mi formación.

—¿Cómo lograba emitir un parte en tiempos en que la tecnología no estaba desarrollada?

—La Meteorología se apoya en el análisis de los datos primarios obtenidos de las estaciones: presión, temperatura, humedad, dirección del viento, tipos de nubes. Todas estas variables meteorológicas son fundamentales.

«Antes el proceso se realizaba manualmente en su totalidad, la elaboración de los mapas y un conjunto de datos fundamentales para poder hacer un pronóstico bastante preciso, pero el volumen de información a fin de lograr un pronóstico casi perfecto no era posible. Ya con la tecnología actual y el desarrollo de los modelos de pronósticos se ha logrado el perfeccionamiento en el servicio del tiempo y se puede predecir en períodos más largos, aunque todavía es perfectible, porque la Meteorología no es una ciencia exacta y puede cambiar en un corto tiempo.

—¿Aquella era en que no existía tanta tecnología lo «curtieron» en la preparación como especialista?

—Se carecía de información. Si no llega a ser por las tecnologías, muchos pronósticos a largo plazo serían casi imposibles. La cantidad de datos que el ser humano puede procesar a mano no es igual Antiguamente no era posible realizar un pronóstico tan amplio.

—A su modo de ver y luego de casi cinco décadas de ejercicio, ¿qué habilidades debe reunir un meteorólogo?

—Valorar mucho la información que recibe, analizarla detalladamente para que los errores resulten mínimos y descartar los datos que no aporten objetividad. La habilidad del especialista radica en analizar los datos para evitar deslices y que se correspondan con la realidad antes de emitir el pronóstico, aunque sea automatizado.  

—¿Pudiéramos decir que la experiencia del huracán Lili aceleró la necesidad de automatizar la Meteorología?

—Desde mi punto de vista influyó, sirvió de experiencia. Fue el 18 de octubre de 1996 y los vaticinios nacionales indicaban la salida del organismo al mar por un punto entre Matanzas y Cárdenas; sin embargo, los villaclareños y los colegas de la Perla del Sur constataron que se dirigía de Cienfuegos hacia Santa Clara, lo teníamos encima, pero hubo un fallo en las comunicaciones que le impidió al Insmet conocer lo que verdaderamente ocurría, debido a la caída de un radar y a las dificultades que presentaban los teléfonos. No son justificaciones ni tampoco un error, sólo que faltaban los datos de lo que verdaderamente sucedía; pero aun así, en medio de tantos avatares, se pudo precisar la entrada a la provincia.

—¿Qué le resulta más complejo: pronosticar un frente frío o un ciclón?

—Todos son complejos en cualquier sistema meteorológico. En el caso de los frentes fríos, habrá que precisar en qué tiempo llega, cuál será la evolución y estar preparados; los ciclones exigen auxiliarse de todos los mecanismos existentes: los radares, los mapas, las formaciones isobáricas, y mantenerse atentos a la trayectoria.

—Existen especialistas muy buenos, pero se les hace difícil comunicar…

—Los meteorólogos deben ser buenos comunicadores. Si tenemos mucha información, pero si la brindamos con demasiado nivel científico, la población no comprende. Es una rama compleja y muchos términos no son entendibles por el público.

En caso de utilizarlos, hay que dar a conocer de qué se trata. Cualquier detalle meteorológico necesita una explicación clara para el receptor y dar a conocer sus efectos con un lenguaje medio.

—¿Depende también de las habilidades del orador para atraer al público?

—Tiene su influencia. La comunicación precisa de un  lenguaje directo y no atiborrar de términos tan científicos que resulten incomprensibles. Habrá que ubicarse en un público que no es especialista en la materia.

—En su faceta de comunicador, ¿cómo llega a la televisión y a los espacios radiales?

—La radio fue primero, la televisión me resultó bastante compleja, porque es un medio diferente que adiciona la información visual y la complementa con otros recursos. La radio es más inmediata. Fui fundador de Telecubanacán y me mantuve durante 35 años.  

—¿Puede hablarse de aprietos en la vida profesional de José Lamadrid?

 —Son tantos, y siempre trato de sobreponerme y brindar explicaciones claras para evitar confusiones. Situaciones muy parecidas a las que ocurren en cualquier entorno laboral.  

—Pronósticos son pronósticos y la meteorología no es una ciencia exacta. ¿Qué pasa con la opinión pública, que emplaza cuando difieren de lo expresado por el experto?

—Es muy difícil y ocurre por las características que tiene la rama. Nunca puede esperarse que un pronóstico salga al ciento por ciento ante tanta variabilidad, y también influye la interpretación pública, que a veces no coincide con lo que se dijo o no se comprendió debidamente. Máxime en un país en el que casi todo el mundo sabe de medicina empírica, de pelota y, también, de meteorología.

—En este viaje por los años, detengámonos en 1978, cuando se funda la red de monitoreo de las estaciones agrometeorológicas. ¿Un peldaño importante?

—En ese año existió un convenio entre el Ministerio de la Agricultura y la Academia de Ciencias de Cuba para crear una red de puestos agrometeorológicos en las provincias, y se tomó a Villa Clara como experiencia piloto en el país.

Llegué, además, al cuarto año de Agronomía, que lo cursé de manera dirigida, y me dieron la tarea de configurar los 14 puestos instalados en empresas agrícolas. Funcionó hasta los primeros años de la década de los 80, y sus  funciones principales eran obtener las variables de lluvia y temperatura para comenzar los trabajos en función de los cultivos. Lamentablemente, por otros motivos, declinó el proyecto y no se pudo mantener, salvo los que continuaron por intereses propios de las empresas agrícolas. 

—¿Qué papel les adjudica a los radioaficionados?

—Una experiencia mantenida durante un quinquenio a propuesta de la  Federación de Radioaficionados en Villa Clara, algo de suma importancia ante situaciones meteorológicas especiales, pues las estaciones no estaban instauradas en cada municipio y sus aportes eran valiosos al pronóstico.

«Existían eventos que ocurrían en sitios sin estaciones, y si contábamos con un radioaficionado, emitía su parte. Resultó la primera provincia que estableció este vínculo y se mantuvo hasta 2001. A partir de esta experiencia se aplicó en otras partes del país.

—La Meteorología necesita las alianzas de la familia internacional. ¿Cómo las valora en el contexto actual?

—Se han mantenido siempre, porque el servicio funciona a nivel internacional. Es una red en la que no intervienen detalles políticos ni de otra índole. Se intercambian datos entre las regiones y los centros mundiales. Es algo vital.

—¿Se siente José Lamadrid una persona popular?

—(Ríe). Tengo mucha interrelación con el público. A veces salgo a la calle y ya jubilado me siguen preguntando lo que se espera en el tiempo, si va a llover, o va a haber calor o frío. A veces me cuesta trabajo llegar a mi destino, pero me deja una gran satisfacción e, incluso, en caso de enfermedad se preocupan por mi estado. Es verdaderamente halagador y muy reconfortante.

—¿Qué ocurrió en una escuela primaria cuando impartió una conferencia?

—Uno de los recuerdos más gratos que guardo, porque me impresionó que los niños de sexto grado prestaran tanta atención, y había que ver las preguntas que hacían con tantos fundamentos sobre nuestra ciencia. Salí muy contento por ese interés en aprender.

—Un día se acogió a la jubilación, ¿cuántos años de servicio y qué vínculo mantiene con el CMP?

—En este 2023, ya con 47 años de ejercicio. Aparecieron problemas de salud, pero no me he retirado. Sigo viniendo al CMP, porque los meteorólogos no podemos olvidar nuestra segunda casa.

—¿Todavía se levanta y mira al cielo?

—Imposible no hacerlo. Será hasta el día final, porque, incluso, constituye un hábito en el resto del día.

—¿Cómo ve a las nuevas generaciones de meteorólogos?

 —Hay muchos compañeros, técnicos y profesionales que despuntan por su experiencia y profesionalidad, tanto en Villa Clara como en el país. Los nuevos valores demuestran interés en una profesión en la que unos se van y otros llegan. La formación de los especialistas la aprecio con buena salud y continuará poco a poco su avance.

—¿Qué distinciones le han conferido?

—Imposible responder con exactitud. Diplomas, medallas, condecoraciones, te añado el reconocimiento Por la Obra de la Vida, el conferido por el aniversario 30 de la Defensa Civil en 1992, como fundador de la estación meteorológica del Inivit (1998), Vanguardia Nacional (2001), reconocimiento por el trabajo sostenido y la contribución al cuidado del medio ambiente (2017).

«Figura, también, el diploma otorgado por la Asamblea Municipal del Poder Popular de Santa Clara en el marco de la fundación de la ciudad (2018) y la Medalla al Valor por el trabajo desplegado durante el paso del huracán Kate en 1985, entre tantos otros».

—Conozco dos personas a las que se les pregunta sobre los primeros acordes de una melodía y sin pensarlo dos veces dicen el título y el intérprete. Uno es José Lamadrid y el otro, el ya desaparecido Franklin Reinoso. ¿Sigue con esa pasión por la música, aunque los tiempos y las formas han cambiado demasiado?

—Fanático de toda la vida a la buena música, la Década Prodigiosa, Los Beatles, Rolling Stone, Dave Clark Five, Los Brincos, Los Mitos, Massiel, Dyango.

—¿En estos tiempos siente idéntica devoción por lo que ocurre en el mundo musical?

—(Un rotundo no). Soy honesto. La música actual ha perdido mucha calidad, comparada con la de décadas anteriores. Algunos temas resultan en extremo vulgares, letras sin contenido, y hasta la denominación de las agrupaciones son complejas y en ocasiones inconcebibles, a pesar de que cada generación tiene sus códigos. Y suscribo lo que dijo el fallecido Adalberto Álvarez cuando le preguntaron si era enemigo del reguetón y respondió: «No, yo soy enemigo de la música sin calidad».

«El ritmo puede ser cualquiera, el problema radica en las letras; pero cada quien con su época».

—¿Cómo se compone el marco familiar?

—Está Aleida, mi esposa, que es también meteoróloga y compartimos muchos años en el CMP. Tenemos tres hijos y tres nietos, que llegaron ya cuando éramos adultos y son la pasión de la familia. Yo no sabía lo que era la faceta de abuelos, uno quiere a los hijos, pero los nietos son una especie de paraíso, porque alegran la vida con sus travesuras. Sus fotos me acompañan en el móvil.

—¿De qué manera supera los momentos difíciles?

—Observo la cotidianidad y busco los incentivos en múltiples detalles ante momentos de tanta tensión, incluso en los episodios complejos que depara la salud, porque hay que pensar en vencerlos y seguir adelante.

—Para la última pregunta retomo un título de la cantante española Massiel, una de sus favoritas: ¿El mañana dirá?

—En efecto. Mientras viva voy a seguir viniendo al CMP y ser parte del resto de las actividades sociales. Jubilado, pero no retirado. A lo mejor vendré en muletas, pero seguiré. 

Tomado de Vanguardia

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