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508 años la primera de las siete villas fundadas en Cuba por Diego Velázquez

Exhibiendo aún los sellos de su originalidad, la primera de las siete villas fundadas en Cuba por Diego Velázquez cumple este 15 de agosto 508 años. Aunque no es aniversario cerrado, de esos que se celebran cada cinco años y en los que suele, como dice el refrán, tirarse la puerta por la ventana, hoy está toda hermosa, como siempre, menos en aquellos días aciagos de Matthew, el huracán que la dejó prácticamente en ruinas hace tan solo tres años.

Precisamente por eso, y porque tal vez muchos no creyeron posible una ciudad rediviva en tan poco tiempo, la celebración, como siempre, acentúa los encantos de la Villa y el orgullo del baracoense.

Nuevo hotel 3 estrellas

Un nuevo hotel en la avenida del malecón, inversión de la Empresa Inmobiliaria Almest que incrementa la capacidad hotelera a 254 habitaciones en las siete instalaciones con hospedaje existentes ahora; viviendas, cafeterías, fondas, fábricas, mejoras en la infraestructura vial, parques, plazas, entre otras, son obras sociales nuevas o remozadas para la ocasión.

En La Fiesta de las aguas, que incluye una espectacular competencia entre balseros del río Toa, y casi una treintena de festivales recreativos y actividades culturales, como las tradicionales galas de homenaje, una de estas dedicada al líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz, por su natalicio, se destacan entre las celebraciones por el otorgamiento del primer título de Villa en la Isla de Cuba, acontecido en 1511.

508 años la primera de las siete villas fundadas en Cuba por Diego Velázquez

Era el 27 de noviembre de 1492. Recién han llegado. El almirante Cristóbal Colón Fontanarrosa conducía la Santa María. El capitán Vicente Yáñez Pinzón, conducía La Niña. En total 103 tripulantes. Están frente a la bahía de Baracoa. Descienden. Caminan… Todo les fascina.

El Navegante de la Mar Océana deja constancia en su diario: «Un puerto maravilloso y un gran río… lindeza de la tierra y de los árboles, donde hay pinos y palmas», escribió.

Cuenta de los habitantes que encontró: «Eran muchos, todos teñidos de colorado y desnudos como sus madres les parió, y algunos de ellos con penachos en la cabeza y otros plumas, todos con sus manojos de azagayas», apunta.

Observa y describe el entorno: «Grande vega, que aunque no es llana de llano que va al Sursuroeste, es llana, de montes llanos y bajos, la más hermosa cosa del mundo», reconoce.

Por eso aprueba que «era su propio lugar para hacer una villa o ciudad y fortaleza por el buen puerto, buenas aguas, buenas tierras, buenas comarcas y mucha leña».

Coloca una cruz sobre la roca viva junto a la entrada de la bahía que nombró Puerto Santo, el 1ro. de diciembre de 1492, cuatro días después de su llegada al lugar.

No es, hasta dos décadas después, que la Corona española inicia la tristemente célebre colonización de Cuba… Regresan otras embarcaciones a la puerta de la ensenada. En este viaje, el almirante Diego Velázquez de Cuéllar y 300 expedicionarios.

Arrancan la cruz de Colón, ceñida por un bejuco de parra silvestre y afincada todavía en el arrecife. Quién sabe si también les fascinó toda aquella belleza virgen. Pero andaban en son de conquista y sometimiento. Por eso enfrentaron con crueldad la resistencia de los primeros habitantes de esa comarca de naturales encantos.

El adelantado Velázquez fija allí su residencia, la declara capital política y nombra alcaldes que ejercieran la justicia civil ordinaria, y un Alguacil Mayor. Establece la institución del Ayuntamiento. Le da el título de ciudad de Baracoa y la hace capital del Gobierno canónigo (en 1515, por decisión de su fundador, se transfiere la categoría de capital a Santiago de Cuba), erigiendo el primer obispado que tuvo Cuba. Y la bautiza con el nombre de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa.

Como si no bastara su intrínseca belleza, para llegar a Baracoa por tierra, la más usada vía de comunicación, la carretera que conduce a esta ciudad-villa, también sorprende.

Es una carretera volada sobre el precipicio, inaugurada en 1965, de curso muy sinuoso a través del cual se atraviesa desde un paisaje desértico-costero a uno dominado por la selva tropical.

Entonces llegas y te enfrentas, todavía hoy, a su naturaleza salvajemente atractiva. Ríos, playas, bosques vírgenes, flora y fauna endémicas… Y tan bella como el entorno es la presencia de sucesos y costumbres prístinas.

En la iglesia mayor, por ejemplo, se encuentra la Cruz de la Parra, la única que se conserva hasta hoy, de las que plantara Cristóbal Colón en nuestras tierras de América.

La construcción del primer castillo de Cuba, la presencia y rebeldía del cacique Guamá, que luchó durante diez años prácticamente desarmado frente al poderosamente equipado ejército español.

Dueña y señora del cucurucho, ese dulce ecológico de coco, al que se le añaden frutas y mieles, de azúcar o de abeja, y se ofrece envuelto en yagua de palma. Del tetí, esos enigmáticos pececillos transparentes que entran por la desembocadura de los ríos cuando la Luna es menguante, y del cacao, que fue introducido en 1668 y de esos muros naturales de arena llamados tibaracones.

En la más antigua villa fundada por Colón en esta Isla tuvieron lugar los dos primeros matrimonios celebrados en Cuba: Diego Velázquez se casa con Isabel de Cuéllar, dama de la aristocracia ibérica, hija de Cristóbal Cuéllar, tesorero del Rey de España; y Hernán Cortés, mientras servía como alcalde de Baracoa se casó con Catalina Juárez, personaje de la hidalguía del momento.

Ante la Cruz de la Parra —única sobreviviente de las 29 que plantó Colón en igual cantidad de puertos en sus cuatro viajes por América— Fray Bartolomé de las Casas realizó la primera misa oficiada en Cuba.

También es pródiga en leyendas, como la de aquel estrafalario forastero que maldijo a sus gentes tras ser agredido a pedradas. La del Miel, esa que cuenta la historia de dos enamorados que en las aguas del dulce torrente escucharon la voz del agua profetizando que quien se bañara en él no se iba o regresaba con el tiempo.

Otro hecho que revela la categoría de esta villa, la única que se conserva en el mismo sitio de su fundación, es su sistema de fortificaciones: el fuerte Matachín, tercero en importancia de Cuba, después del de La Habana y Santiago de Cuba, al que se le adicionó el fuerte Majana, un fondeadero de barcos en la ensenada de Boca de Miel con evidente interés estratégico-militar.

En el libro Franceses en Baracoa, del historiador de esa ciudad, Alejandro Hartman, se afirma que hubo en Nuestra Señora de la Asunción consulados de Estados Unidos y Francia, entre 1831 y 1893.

Baracoa, como para acentuar su singularidad, es la única de las siete villas que se conserva en el mismo sitio de su fundación, gracias a su ubicación en una planicie, dentro de un entorno geográfico mayoritariamente montañoso.

Fuente: Juventud Rebelde

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