Un bala impacta en el mentón y sale por la parte posterior del cráneo. Otra hace una herida en el vientre. El cuerpo de 200 libras cae del caballo sobre la hierba. Acuden a socorrerlo, pero ninguno de los acompañantes puede levantarlo.
Aún sienten los disparos enemigos y el silvar del plomo que les pasa cerca. Crece el desconcierto. Los generales abandonan el lugar y detrás los subordinados. Está muerto, dicen. Ha muerto el general Antonio Maceo. Y galopa la noticia de boca en boca.
Es 7 de diciembre de 1896, en San Pedro, un sitio perteneciente al municipio de Bauta, de la actual provincia de Artemisa, ocurre un encuentro inesperado entre la tropa mambisa dirigida por el Lugar Teniente Antonio Maceo Grajales y fuerzas españolas. Los cubanos luchan por la libertad de su patria. España sostiene la idea de defender su poder colonial.
Con la caída de Maceo en ese combate, el Ejército Libertador (EL) pierde a unos de los principales jefes de la contienda. Pero a su vez, el suceso despierta el valor de otros, y el coronel Juan Delgado, junto a 18 hombres más, regresan al lugar para recuperar el cadáver del Titán de Bronce sin importarles la superioridad del contrario. Deben salvar la honra.
Hallan al lado del mayor general a su ayudante Francisco Panchito Gómez Toro, el hijo del jefe del EL, Máximo Gómez Báez, quien prefirió morir antes que abandonarlo.
Casi 80 años después, combatientes cubanos vuelven a la guerra. Ahora lo hacen por la libertad de otros pueblo como Angola y Etiopía. Inevitablemente, algunos dejan sus vidas en esas tierras.
Son herederos del ejemplo de los mambises. Sus cuerpos también los rescatan y traen hacia Cuba bajo la Operación Tributo.
En los municipio de la Mayor de las Antillas, donde hubiese un internacionalista caído en el cumplimiento del deber, el 7 de diciembre de 1989 inicia la solemne ceremonia para darles sepultura.
El pueblo acompaña a sus mártires. Un panteón los acoge en su reposo definitivo. Y cada año vamos hasta ellos para homenajearlos porque siguen vivos en nuestras páginas de la historia.
Esta fecha representa la continuidad en el tiempo de los ideales forjados en la manigua: la independencia de la nación es innegociable y la disposición de ayudar a quien lo necesite en cualquier parte del mundo.
Por Boris E. González Abreut
Departamento de Comunicación del Citma
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