Entra en la ciudad de Santiago de Cuba la soldadesca yanqui. La bandera española es arriada en el fuerte de Punta Blanca, tras una salva de 21 cañonazos. Al filo del mediodía, en el Castillo de El Morro y en la vieja casa de gobierno, es izada la bandera norteamericana. Sólo la mala fe y la mediocridad impiden que ondee también la bandera de la estrella solitaria, empapada con sangre generosa de tantas generaciones de cubanos. Excluidos de las conferencias de capitulación e impedidos de entrar en Santiago, a pesar de su condición de aliados decisivos en toda la campaña, en el ánimo de los aguerridos mambises reina un profundo malestar. El general Calixto García se retira de la plaza con casi todas sus fuerzas, previa renuncia ante el General en Jefe, Máximo Gómez, de su cargo de jefe del Departamento Oriental. Es entonces que dirige su memorable epístola al general Willi am Shafter, donde le expone valientemente lo deplorable de su comportamiento.
Portal Cuba.cu
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