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Algunos por qué de la Biomedicina y la Biotecnología en Cuba

Por Carlos Cabal, Dr. en Física y profesor Titular de la Universidad de La Habana, profesor de Mérito de la Universidad de Oriente, profesor Extraordinario de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina; profesor Invitado de la Universidad ITMO de San Petersburgo, Rusia. Académico de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba, Premio Nacional de Física.

Las Ciencias de la Vida en Cuba han ocupado un sitial reconocido en nuestro país y el Mundo. Sus aportes científico-tecnológicos, económicos, sociales y culturales son un hecho [1–4].

Ante esta realidad surge la pregunta: ¿por qué la Medicina, la Biología, la Biotecnología han podido escalar hacia esos niveles relativamente altos, con contribuciones científicas, tecnológicas, económicas, sociales y culturales? La respuesta no es sencilla ni puede ser definitiva, tiene muchas aristas no suficientemente sistematizadas en la trama histórica, donde se combinan factores humanos individuales con el desarrollo de las instituciones, en un contexto socioeconómico e histórico nacional e internacional.

Sin embargo, la formulación de la pregunta, y una aproximación a la respuesta, tienen sentido para comprender la evolución e interrelación de estas ramas de la ciencia. Más aún, una mirada retrospectiva a lo que han sido la política y el quehacer científicos, es esencial para percibir los rasgos cardinales de las fortalezas y debilidades, imprescindibles a tener en cuenta para el ulterior desarrollo de la ciencia en nuestro país.

Sucintamente podría decirse que las conquistas de las Ciencias de la Vida cubanas son consecuencia de la combinación adecuada y simultánea de varios factores [7–9]:

1) La visión del Líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz.

2) Las tradiciones de la biomedicina en la nación.

3) La existencia de una masa crítica de expertos comprometidos con ese gran proyecto, su ejecutoria efectiva y dinámica por destacados líderes científicos; todo ello concomitante con las revoluciones en la Biología.

4) La coincidencia de las revoluciones del conocimiento (carácter gnoseológico), con el proceso de transformaciones sociales y la existencia de una real voluntad política.

La ponderación adecuada de estos cuatro factores mencionados nos ha permitido una proyección de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en este sector acorde con la realidad actual cubana y el contexto internacional.

Lo cierto es que existieron condiciones a lo largo de toda la historia de Cuba que propiciaron el desarrollo relativo de la Medicina y ramas afines por encima de las otras ciencias. Estas pocas páginas no son un estudio, más bien un bosquejo de ideas, con algunos de los factores que nos parecen esenciales:

 Socioeconómicos y geográficos

Asociados a la dependencia colonial de Cuba desde el siglo XVI hasta finales del Siglo XIX, los factores socioeconómicos fueron determinantes.

El progreso económico, educacional, cultural y científico del país tuvo que enfrentarse no solo a las barreras levantadas por los gobiernos coloniales, sino también al atraso creciente en que se encontraba sumergida la propia Metrópoli [4]. Las ciencias se veían limitadas en su desarrollo por la dependencia y por razones socioeconómicas internas.

Los intereses económicos surgidos desde finales del siglo XVIII, hicieron que la burguesía azucarera lograra introducir en los planes de estudios materias vinculadas con la agricultura, los suelos, los cultivos, la botánica, la fabricación de azúcar y la química, en su joven y única Universidad [4].

Cuba estaba marcada por el monocultivo y la mono-producción, primero de madera, y sucesivamente azúcar de caña, tabaco y ron. No obstante, como se afirma: “La Medicina, por sus contactos con las ciencias naturales de una parte, y de otra como medio de conservación de la fuerza humana de trabajo recibe un fuerte apoyo y, en consecuencia, el mayor progreso de esa época.” [4].

Los años de la seudo-república, con la frustración de la Guerra de Independencia y la presencia de Estados Unidos, se caracterizaron por un raquítico desarrollo científico, una creciente dependencia tecnológica, con pocas instituciones científicas y escasos ilustres creadores, que, a lo largo de los siglos de dependencia colonial y neocolonial, prestigiaron el quehacer intelectual y científico de la nación cubana que germinaba y se consolidaba.

 Personalidades e instituciones científicas

En 1673 ya se había publicado el primer libro de carácter científico escrito en Cuba, El arte de navegar, obra del médico Lázaro Flores, quien culminó sus estudios en la Universidad de Sevilla, España, después de lo cual vino a residir y ejercer la profesión en la Isla. El mérito más importante del libro es que se apoya en la doctrina de Copérnico y en las leyes de Tycho Brahe sobre el movimiento de las estrellas [4].

Alrededor de un siglo después, en 1787, se edita el primer libro científico cubano impreso en Cuba, obra de Antonio Parra, Descripción de algunas piezas de Historia Natural de la Isla de Cuba [4]. Décadas antes, en 1723, se había introducido la imprenta en La Habana. Solo dos ejemplos para ilustrar un hecho significativo: a lo largo de la breve historia de la ciencia cubana se reitera que médicos, farmacéuticos, bioquímicos incursionan en otras ramas de saber científico. También es distintivo que muchos profesionales formados en universidades europeas retornaran a Cuba a ejercer.

En 1728 se funda La Real Universidad Pontificia de San Gerónimo de La Habana con sus primeras tres Facultades: Teología, Leyes y Medicina. Décadas más tarde, en 1793, surge la Sociedad Económica de Amigos del País, que propicia un movimiento cultural y científico de avanzada fuera de las instituciones de la corona española en Cuba [4,5].

Casi un siglo más tarde, en 1861, La Real Académica de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, es aprobada por la corona española después de décadas de luchas de los más ilustres intelectuales y científicos cubanos. No parece ser casual el nombre de la Primera Academia de Ciencias fundada en este hemisferio. Hechos posteriores se han encargado de justificar aquella conexión entre las ciencias definidas en la designación primigenia. La institución, sin dudas, influyó de algún modo en la incipiente nacionalidad cubana, fomentando las ideas científicas, favoreciendo la formación de una intelectualidad criolla e incrementando los intercambios con el extranjero [4–6].

En la época resaltan varias personalidades por sus obras, por su influencia en la formación de los alumnos, la defensa del método de educación científica y por su trabajo de divulgación de los acontecimientos científicos y tecnológicos de aquel tiempo: el insigne pedagogo José de la Luz y Caballero, quien sembró una ética humanista y racional en el pensamiento y la acción, y que en 1832 da a conocer su trabajo sobre el Magnetismo Terrestre; o el padre Felix Varela, precursor de ideas avanzadas de su tiempo, defensor de la dignidad y la soberanía de Cuba, quien enseñara a pensar a los cubanos, fundador, además, de la cátedra de física moderna, cuya enseñanza llevó hasta los niveles más avanzados de su tiempo.

Tanto es así que, a partir de Varela, el sistema copernicano quedó integrado en la enseñanza de la Física experimental y su discípulo y sucesor José Antonio Saco, figura cimera de la cultura científica cubana de aquel periodo, da a conocer experimentos y explicaciones a sus alumnos en el capítulo de Astronomía [4] en su obra el Estado de las Ciencias Físicas de La Habana en los años 1823 y 1824. ¡Cuánto a favor del método científico! ¡Cuánto contra la escolástica existente en aquel mundo!

Otros que destacan son Tomás Romay Chacón, con la introducción y difusión de la vacuna antivariólica en Cuba; Felipe Poey Aloy, fundador La Real Académica de Ciencias Médicas, Física y Naturales de La Habana y de la Sociedad Antropológica de Cuba, creador de los Gabinetes y cursos de Zoología, Botánica, Mineralogía; Álvaro Reynoso Valdés, introductor de las ideas de química fisiológica en los cultivos, en particular en la caña de azúcar, por lo que se le considera el padre de la agricultura científica cubana, y, por supuesto, el Dr. Carlos Juan Finlay Barrés, quien demostró que el agente trasmisor de la fiebre amarilla es el mosquito [4,6].

El propósito de estas líneas no es establecer un orden cronológico, ni siquiera mencionar a todas las grandes personalidades de la intelectualidad y la ciencia cubanas. Son más los omitidos que los nombrados. Eso sí, ¡maravilla hoy percatarse de la esencial simbiosis, que, en los precursores del pensamiento nacional, tenía la sabiduría, la ética, la creación y utilidad; ciencia soberanía y cultura como un todo!

. Triunfo de la Revolución

En 1959, una colosal voluntad política sienta las bases de la emancipación plena del hombre con la obra educacional y cultural, iniciada a partir de la alfabetización masiva en 1961. Un año antes, Fidel había enunciado el núcleo de la estrategia para el progreso científico de nuestro país: “el futuro de Cuba ha de ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento [7]”. Esta idea arremete contra una de las más perniciosas herencias de la colonia y el subdesarrollo: el casi generalizado sentimiento, aún latente en hombres y mujeres, de creerse incapaces de ser dueños de sus destinos, subestimando lo propio y sobrevalorando lo foráneo.

Fidel en el acto por el XX Aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, efectuado en el paraninfo de la hoy Academia de Ciencias de Cuba.

Tuvo que pasar un siglo de luchas emancipadoras contra el desamparo a la intelectualidad y la ciencia, para que las palabras escritas en 1861 por Carlos Manuel de Céspedes en el Prólogo de un libro de poesía, tuvieran las condiciones sociales para su materialización:

Hace mucho tiempo que se está repitiendo hasta la saciedad que la inteligencia de los hijos de la Isla de Cuba es más a propósito para la poesía que para las demás ramas de la literatura aún menos para las ciencias. Los pocos hombres celebres que la Isla de Cuba ha producido en las demás ramas de los conocimientos humanos, son bastante conocidos y en número suficiente para asegurar que el día en que nuestra sociedad haya progresado como lo prometen su índole y brillante prospectos; el día en que los vigilios del sabio le den gloria, poder, riquezas, sobraran talentos que eclipsen los más ilustres de las pasadas eras y las bibliotecas del universo se llenarán de obras grandes y originales escritos (por los cubanos) [8]

Esta idea de Céspedes subraya la noción de la ciencia cubana, incipiente aún, como componente del patrimonio cultural de la nación y como elemento emancipador [9].

La fuga de más de tres mil médicos de los seis mil existentes, que estaban desigualmente distribuidos por el archipiélago cubano, constituyó un reto para la naciente Revolución y sus programas sociales, donde el ser humano era el centro de atención. Ello sin dudas fue un acicate para la formación masiva de médicos y de personal para la salud (de enfermería y técnicos…) y para la estructuración de un sistema de salud gratuito y masivo. Todo ello fue posible por la latente tradición en el campo de la medicina.

Las revoluciones del conocimiento

La dependencia colonial con una metrópolis en decadencia, impidió que Cuba pudiera participar en la Revolución Industrial, reduciéndose a ser beneficiada con la introducción limitada del ferrocarril y de la máquina de vapor para la producción azucarera.

De otras revoluciones: la de las Ciencias Naturales con el descubrimiento de las leyes electromagnéticas, la Tabla Periódica de Mendeléyev, el efecto Fotoeléctrico, la Física Atómica y Nuclear, las Teorías de la Relatividad, Cuba tampoco pudo beneficiarse efectivamente, a partir del desgaste que significó la Guerra de Independencia, la intervención norteamericana, el más de un millón de analfabetos y la falta de instituciones científicas sólidas.

Sin embargo, se pudiera aseverar que la coincidencia de las revoluciones del conocimiento en la Biología con el proceso de transformaciones sociales y la real existencia de voluntad política han sido factores de éxito de la Biotecnología y la Biomedicinas cubanas [9].

Para mantener la destacada posición que han adquirido la Biotecnología y la Medicina cubanas, nuestra ciencia deberá enfrentar un desafío adicional: insertarse en las revoluciones contemporáneas del conocimiento, incluyendo la tercera revolución en la Biología, en pleno desarrollo [1–9].

Como es bien conocido, la primera revolución en la Biología tuvo su momento crucial con el descubrimiento del ADN, por James D. Watson y Francis Crick en 1953, considerada como su fecha de nacimiento.

La segunda, se admite universalmente, como la revolución en el campo de la Genómica, con énfasis a partir de la secuenciación del Genoma Humano en el año 2000.

La tercera, por su parte, consiste, en esencia y de manera sucinta, en la convergencia de las Ciencias de la Vida, con la Física, con las Ingenierías, la Computación y las Matemáticas [2–4]. Además de trasladar herramientas y métodos de la Física, las Ingenierías, la Computación y las Matemáticas a la Biología y a las Medicinas humana, veterinaria y vegetal. Esta convergencia se presenta con nuevos enfoques y paradigmas. Se trata de una interrelación más profunda entre estas ciencias para el abordaje de los complejos problemas de los sistemas biológicos de donde las ciencias convergentes salen beneficiadas.

Al mismo tiempo, con la tercera revolución en la Biología están ocurriendo otras revoluciones tecnológicas, que la aceleran y complementan. Se pueden mencionar la revolución cuántica [5,7–9], la nanotecnología, y la de las tecnologías de la información, donde ocupan lugares destacados el Big Data y la inteligencia artificial, con el llamado Aprendizaje Profundo o Deep Learning. Esto ha permitido el desarrollo de los relojes, computadoras y sensores cuánticos para usos biomédicos, lo que ha incrementado en varios órdenes de magnitud la sensibilidad, la resolución y la exactitud de las mediciones.

Un ejemplo de ello es el incremento en la variedad y precisión de las imágenes biomédicas y de las estructuras vivas. También han surgido nuevos métodos de modelación y simulación cuántica; de generación, trasmisión y almacenamiento de la energía; materiales con nuevas y sorprendentes características [2–5], o, incluso, métodos que reproducen procesos naturales para la generación de combustibles o el aprovechamiento de fuentes renovables de energía.

Expertos aseveran que esta tercera revolución implica avances inusuales no solo en la Biomedicina, sino en la producción agrícola, en la generación de nuevas formas de energía, la sostenibilidad ambiental y la seguridad nacional [2–5], así como en el estudio y la adaptación a las condiciones climáticas. La convergencia es un nuevo paradigma que producirá avances cardinales en un gran número de sectores de la sociedad.

La exitosa y admirable batalla librada por la Biotecnología cubana en días recientes es una confirmación de las potencialidades de nuestra ciencia para enfrentar el futuro. Tenemos condiciones para enfrentar este nuevo desafío. En lo adelante, como en la gestión de la pandemia de COVID-19, debe actuarse con celeridad, integralidad, coherencia, para que la Biotecnología cubana y demás Ciencias de la Vida mantengan e incrementen el liderazgo alcanzado y sigan siendo determinantes en el desarrollo socioeconómico del país.

Referencias:

1. Angelo Baracca, Rosella Franconi “Subalternity vs. Hegemony, Cuba´s Outstanding Achievements in Science and Biotechnology”, 1959–2014” Springer, 2016.

2. “Cuban´s biotech Boom” Nature Vol 457, 2009

3. Paul K. Drain, Michele Barry, Science Vol 328, 2010

4. Ciencia y Medicina. Historia de las Ciencias. Jose Lopez Sanchez, Editorial Científico Técnica, Ciudad de La Habana, 1980.

5. Izaskun Alvarez Cuartero, “Memorias de la Ilustración: las Sociedades Económicas de Amigos del País en Cuba (1783–1832)”, EUROLEX, Madrid, 2000.

6. Pedro M. Pruna Goodgall “Ciencia y Científicos en la Cuba Colonial” La real Academia de ciencias de La Habana (1861–1898), Edición de la ACC, La Habana 2011.

7. Castro Ruz F. Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario en el acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias el 15 de Enero de 1960. http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1960/esp/f150160e.html .

8. Céspedes Escaverino U.O. Ecos de la selva. La Habana: 1861.

9. Carlos Cabal Mirabal “La ciencia cubana componente del patrimonio cultural de la Nación”. Editorial de la revista Anales de la Academia de Ciencias de Cuba, Vol. 4 Nº 1 pp. 1–5, julio 2014. Tomado de Juventud Técnica. En: https://medium.com/juventud-t%C3%A9cnica/algunos-por-qu%C3%A9-de-la-biomedicina-y-la-biotecnolog%C3%ADa-en-cuba-701ffdad7c9e

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