Un nuevo observatorio astronómico ruso-cubano acaba de ser inaugurado en los terrenos del Instituto de Geofísica y Astronomía (IGA) para implementar y actualizar los proyectos que potencien las ciencias espaciales y astronómicas en el país.
La instalación científica es solo la primera de las que se tienen previsto como parte de esta simbiosis científica entre el Instituto de Geofísica y Astronomía de Cuba, el Instituto de Astronomía Aplicada (IPA) de San Petersburgo y el Instituto de Astronomía (INASAN), ambos de la Academia de Ciencias de Rusia.
Aunque cuenta con modernas computadoras, en las que se procesan las imágenes captadas, y otros implementos, es el telescopio catadióptrico la “estrella” principal de esta instalación.
Al respecto, el ingeniero Antonio Alonso Díaz, especialista del Departamento de Astronomía del Instituto de Geofísica y Astronomía (IGA), señaló en exclusiva para Juventud Técnica, que “este tiene 20 centímetros de diámetro y 60 de distancia focal. Es totalmente automatizado y trabaja obteniendo imágenes digitales de cuatro mil 96 por cuatro mil 96 píxeles.
“Posee una cámara refrigerada para disminuir al máximo el ruido térmico que se produce. Es decir, tratar de contrastar las muy débiles imágenes astronómicas y hacerlas resaltar sobre el ruido térmico propio del sensor que tiene.
“También incluye un carrusel de filtro que trabaja en siete bandas (infrarrojo, rojo, verde, azul y el ultravioleta). Esto permite hacer estudios de medición del brillo de estrellas o asteroides y encontrar la posición en las imágenes tomadas”.
En cuanto a la montura del telescopio esta es automatizada y muy precisa. “Permite compensar el movimiento de rotación de la Tierra y cambiar rápidamente de un área del cielo a otra. Todo es totalmente computarizado, el hombre lo puede controlar y dirigir. Además, la cúpula nos permite rotar 360 grados, abrirla o apuntar a cualquier lugar”.
Según Antonio Alonso, con este equipo “podremos hacer estudios de estrellas variables, observar objetos del sistema solar, basura espacial, asteroides que vuelen cerca de la Tierra, hacer fotometría, entre otras cuestiones”.
Asimismo apuntó que “desde el cielo de La Habana pensamos alcanzar magnitud 18 o 19. El ser humano puede ver estrellas hasta de sexta magnitud; no obstante, estamos hablando de objetos millones de veces más débiles que lo que visualmente consigue distinguir el ojo”.
Sin embargo, precisó que las observaciones deben ser solamente nocturnas porque este no es un telescopio propio para ver el sol. “Lo ideal es que se realicen en el lugar más oscuro posible.
“En ese sentido, las luces de La Habana nos molestan. Además, como el cielo alrededor de las ciudades siempre está contaminado, limita mucho las posibilidades observacionales de objetos débiles.
“Por ejemplo, cuando en el instituto hacemos las observaciones apagamos todas las luces, pues cualquier luz que incida, aunque sea indirectamente perturba. Hablamos de valores de iluminación extremadamente pequeños”.
Incluso el brillo de la luna, manifestó el especialista, “contribuye a aumentar el del fondo del cielo y nos limita. Habría que aumentar mucho el tiempo de exposición, lo que sumarían más imágenes para discriminar y poder luchar contra esa contaminación luminosa”.
En un inicio la idea era poner el observatorio en Las Terrazas, Artemisa. Ya existían las condiciones y en cuanto altura había unas elevaciones adecuadas para tal empeño. No obstante, la lluvia trocó los planes.
“Ahí llueve mucho y hay un elevado nivel de nubosidad que afecta por la noche. Entonces tratamos de ir a un lugar donde el clima fuera lo más seco posible, de pocas precipitaciones y con un cielo oscuro.
“Tenemos pensado montar los otros telescopios en Valle Picadura, Mayabeque. Ese sitio nos va a permitir aumentar la potencialidad del equipo en cuanto a sus posibilidades. El fondo del cielo allí no es el mejor de Cuba, pero es bastante oscuro y los astrónomos siempre buscamos que no haya luces”.
Tomado de Juventud Técnica
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