El mundo centrará su atención en el balneario egipcio de Sharm El-Sheikh del 6 al 18 de noviembre por la cumbre climática (COP27), en medio de crecientes alertas sobre la insuficiente respuesta al combate de este flagelo
La 27 sesión de la Conferencia de las Partes de la Convención del Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (COP27) será una nueva oportunidad para debatir sobre la resiliencia a la crisis, el financiamiento de los países ricos a los pobres y la búsqueda de consenso sobre acciones a seguir en este tema existencial, como lo calificó el presidente egipcio, Abdel Fatah El Sisi.
Desde su primera edición, celebrada en Berlín en 1995, el evento fue clave en la formulación y coordinación de políticas internacionales para enfrentar el flagelo, uno de los más graves que enfrenta en la actualidad el planeta.
La cita se efectúa cada año desde entonces, aunque en 2001 y en 2019 se desarrollaron dos.
Durante los primeros 23 años de la ONU, sus actuaciones en este ámbito se limitaron a actividades operacionales, fundamentalmente a través de la Organización Meteorológica Mundial.
No fue hasta 1968 cuando los principales órganos de Naciones Unidas consideraron seriamente las cuestiones medioambientales.
Sin embargo, el inicio de un interés real en ese crucial asunto fue la Conferencia Científica de la ONU, también conocida como la primera Cumbre de la Tierra, celebrada en Estocolmo del 5 al 12 de junio de 1972.
Durante las dos décadas siguientes el tema fue ganando en relevancia, en la misma medida en que se observaban con más claridad los estragos causados por el hombre en la naturaleza.
Según la propia organización, 1989 fue decisivo para la cuestión por ser el primero en que se emprendieron esfuerzos mundiales significativos.
En ese año la Asamblea General en su resolución 44/207 aprobó una solicitud para comenzar los preparativos de las negociaciones para una convención marco sobre el tema.
También se adoptó la llamada Declaración de Helsinki sobre la protección de la capa de ozono.
Importantes fueron la Segunda Conferencia Mundial sobre el Clima, celebrada en 1990 en Ginebra, Suiza, y dos años después la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, más conocida como la segunda Cumbre para la Tierra, en Río de Janeiro, Brasil.
Considerado hasta entonces la piedra angular de la acción climática, en 1997 se aprobó el Protocolo de Kyoto, con el fin de reducir las emisiones totales de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en al menos un cinco por ciento respecto de los niveles de 1990.
El pacto fue sustituido hace dos años por el Acuerdo de París, rubricado en 2015, que busca limitar el calentamiento mundial por debajo de 2,0 grados Celsius, preferiblemente a 1,5 grados, en comparación con los niveles preindustriales.
También prevé ofrecer financiación a los países con menos recursos para que puedan mitigar el cambio climático, fortalecer la resiliencia y mejorar su capacidad de adaptación a los impactos del cambio climático.
Sin embargo, en la COP27 ese último punto será uno de los principales reclamos de las naciones pobres debido al incumplimiento de las promesas realizadas por los Estados ricos.
Pese a los avances, en su nuevo informe sobre el tema, la ONU criticó este mes que el mundo aún no está actuando con suficiente urgencia para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Por el contrario, el reporte indicó que las emisiones se incrementarán en un 10,6 por ciento para 2030 desde los niveles de 2010, apenas un ligero descenso con respecto al 13,7 por ciento estimado el año pasado.
Tomado de Prensa Latina
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