EnglishSpanish

Cuba: El gran tesoro de Leonardo

Leonardo sabe lo que es conectar con su entorno y nos recuerda con acciones que el cambio tiene que ser obligatoriamente humano, nunca climático.

A un lado del río en la comunidad costera Guanímar, en Alquízar, en el occidente de Cuba, se mezcla entre el verdor y el trinar de las aves la vivienda de Leonardo Carrillo Raveiro. Desde los ocho años se ha dedicado al cuidado de la fauna existente en la zona, y la naturaleza, a cambio, le regala cada vuelta al sol una compañía bastante singular.

Ya su calendario marca los sesenta y cinco, y no se detiene. Su pelo blanco aflora tan brillante como la cristalina agua del mar, pero sigue entregando amor a los animales, hasta el cansancio.

Lo que comenzó siendo entonces una pasión por la preservación de las especies, ahora lo asume como el sentido de su propia vida, y aunque siempre se le vea solo, cree que el destino le ha convertido en un ser con mucha dicha. Es justo ahí dónde radica lo sublime de la existencia humana: en ser útiles y tener más de una virtud.

“Aquí teníamos una cultura muy mala: pescadores y gente de pueblo cazaban los pelícanos con una pita para comérselos. La pechuga del animal es lo único que se ingiere porque tiene mucho gusto a marisco, pero realmente es abusivo ante todos los beneficios que el animal aporta al ecosistema”, refiere Leonardo.

“Pasaban los días y se volvió una práctica irresponsable y cruel. Hablé de inmediato con las tropas guardafronteras y el Destacamento Mirando al Mar de Cajío para recibir información, capacitarme y llevar a cabo, sin cobrar un centavo, mi propia campaña lo antes posible.

“Nunca fue un trabajo de día, había quien no comprendía la importancia de preservar la especie, otros aprovechaban los momentos de más calma hasta que logré cambiar la realidad. Se educa con conciencia y con el ejemplo, y yo lo pude lograr. Coloqué carteles alrededor del río y demostraba que Cuba ya tiene una Ley de Protección Animal, cuyas medidas son severas para quien intenté hacer lo contrario”.

Cada noviembre, los pelícanos

Con la entrada de la segunda quincena de noviembre los pelícanos provenientes de la Florida, Estados Unidos, invaden los árboles y espacios alrededor de la casa de Leonardo. La colonia de pardos permanece durante seis meses junto a su cuidador, quien los alimenta y desparasita.

El ave marina, natural de las Américas, tiene un gran tamaño y fuerte pico. Se les considera especies sedentarias porque la mitad del año los adultos permanecen cerca del lugar donde anidan, y pese a los abusos cometidos por el hombre, investigaciones refieren que no se conoce ni siquiera de un solo caso donde un miembro de esta especie haya agredido a una persona.

“Después que logré conciencia entre los pobladores, les hice parte de mi vida. Con mi embarcación salí un día al mar y los fui guiando hasta el río. Ellos encontraron aquí una rica vegetación para descansar y ya se hizo costumbre.

“Aunque parecen ser iguales, cada uno tiene una característica que le distingue del resto. Tales cualidades me permiten reconocer a los que llegan por primera vez o los que repiten cada temporada. Ya hay muchos que traen hasta sus crías y eso dice de la tranquilidad experimentada aquí.

“Son como la familia. Yo los cargo, juego con ellos, entran hasta el portal, se suben encima cuando estoy sentado y nadan al frente sin peligro. En las tardes salimos juntos a dar una vuelta, y los voy guiando con la comida. Aquello es un espectáculo, la verdad (sonríe).

“Ahora las personas cuya conducta no era la más apropiada, vienen y dan comida a los animales, comprenden la necesidad de preservar el entorno e incluso se ríen de las travesuras de los animales que cuido, ya sea los pelícanos o mis gatos”.

Cuando termina la temporada y los pelícanos echan a volar, Leonardo siente una soledad incomparable.

Un maullar despierta el alma

Como si no fuera suficiente, Leonardo también pone a buen resguardo la vida de los gatos en su hogar. Muchas personas lo convocan para el rescate e incluso traen hasta aquí a los mininos abandonados o maltratados por quienes decían ser sus dueños.

Meses y años tarda en adaptar a los felinos a un ambiente completamente diferente, entre aguas, cuya única devoción está en el pescado fresco que traen en lanchas los playeros. De ahí una que otra historia de “inocentes robos” y complejas circunstancias en torno al bienestar.

“Ellos son un poco ‘zorros’, por eso quizás a unos les guste más o menos su compañía. Aquí se metían en las lanchas a robar porque es su instinto animal y yo quedo en el medio, entre el pescador y el gato, cosa que no es fácil. Días atrás uno se comió un pargo de casi dos libras; nadie quiere perder un pescado así, sin embargo, no me cuestionan. No me reclamaron ni un peso y eso dice mucho de lo que hemos aprendido.

“El sur de la provincia es azotado por tormentas tropicales y huracanes. Los playeros sabemos cómo lidiar con esos fenómenos y a mí me toca hacerlo al doble por los animalitos. En el fondo del patio tengo una casa donde resguardo mis bienes y también ellos tienen su espacio.

“En septiembre de 2022 ocurrió aquí uno de los llenantes más grandes que he visto; fue a causa del huracán Ian. Yo tuve que acudir a la evacuación y cuando regresé me los encuentro en un hueco de un bote en desuso, pero estaban bien. Aquello fue terrible, el agua avanzó, aunque no provocó daños a la casa”.

Leonardo significa vida

Es cierto que cada cual viene a este mundo con un propósito marcado, ¿usted duda del de Leonardo? Padrino de los pelícanos como le dicen, amante de los gatos y fiel defensor de lo bello, son tres de las distinciones populares ganadas durante todo este tiempo.

“Me levanto en la mañana y barro por si viene alguien. Alimento a los gatos y salgo a recorrer la playa en busca de comida, porque son unos cuantos animales.

“Hoy lo que realmente me golpea son los medicamentos. En varias ocasiones viajo hasta Alquízar con el objetivo de conseguir algunos para desparasitarlos y me piden llevar a los gatos ¡Imagínese salir por ahí con tantos animales! Creo que debe pensarse mejor.

“Yo no trabajo para la publicidad, me basta con tener comprensión y aportar a la flora y la fauna de mi lugar. Quiero seguir luchando por mis animales dondequiera que esté, al precio que sea, porque ellos representan la relación hombre-naturaleza a la que jamás podremos renunciar”.

Leonardo sabe lo que es conectar con su entorno y nos recuerda con acciones que el cambio tiene que ser obligatoriamente humano, nunca climático.

Tomado del Artemiseño

Valore este artículo

Click en las estrellas para votar

0 / 5. Conteo 0

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on telegram
Telegram
Share on whatsapp
WhatsApp

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

¿Cuánto es − 1 = 5

Ir al contenido