Tras varios meses de haber sido considerado de altamente probable su retorno, a comienzos de junio el Centro de Predicción Climática de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (Noaa por su sigla en inglés), anunció el comienzo oficial del evento El Niño.
Visto de manera sencilla, El Niño puede definirse como un calentamiento anómalo de las aguas superficiales del mar, superior a +0,5 grados Celsius, en una amplia franja del océano Pacífico ecuatorial.
Al debilitarse los vientos alisios, ese torrente marino cálido avanza de manera progresiva desde el Pacífico central hasta la parte oriental y llega a las costas de Sudamérica.
Suele ocurrir en periodos de tiempo entre dos y siete años, y alterna con el evento La Niña, que consiste, por el contrario, en el enfriamiento de la capa superficial de agua en las regiones mencionadas, con anomalías inferiores a -0,5 grados.
El confirmado regreso de El Niño pone fin a tres años consecutivos con predominio de La Niña.
Su aparición coincide muchas veces con una inversión, a gran escala, de los centros de alta y baja presión atmosférica en los océanos Índico y Pacífico, la denominada Oscilación del Sur, descrita por Sir Gilbert Walker a principios de la pasada centuria. Por eso, los científicos llaman El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) a todo ese complejo proceso de interacción océano-atmósfera, aunque el término El Niño es más popular y utilizado fuera del ámbito académico.
La combinación de los componentes oceanográfico y atmosférico provoca significativos trastornos de las condiciones climáticas a escala mundial, al ocasionar sequías severas en diferentes zonas del planeta, causantes en buena medida de la propagación de peligrosos incendios forestales y lluvias intensas en otras partes del globo terráqueo, además de favorecer el desplazamiento de especies marinas más allá de sus hábitats naturales, incrementar las temperaturas globales y desencadenar brotes de enfermedades, entre otros impactos.
Semanas antes de quedar establecido el actual evento, Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), expresó su preocupación de que el retorno de El Niño pueda provocar un repunte del calentamiento del planeta y aumenten las probabilidades de batir récords de temperaturas máximas.
Igualmente, la influencia del enos tiende a deprimir la actividad ciclónica en la cuenca del Atlántico tropical, pues favorece la presencia de fuertes vientos del sudoeste en la atmósfera superior, (cizalladura vertical), capaces de entorpecer, en buena medida, el surgimiento e intensificación de los ciclones tropicales, al impedir que la energía pueda concentrarse en la columna de aire del sistema en la altura.
Sin embargo, el inusitado calentamiento del mar observado en el Atlántico tropical, con registros de temperaturas no vistos antes en un mes de junio, ha creado incertidumbre entre la comunidad científica acerca de cuánto El Niño pudiera afectar realmente el comportamiento de la actividad ciclónica en 2023, aun cuando alcance el rango de fuerte, como indican algunos modelos.
EFECTOS EN CUBA
Investigaciones realizadas por especialistas del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, desde comienzos de la década de los años 90 del pasado siglo, revelaron que los impactos más significativos del enos en Cuba ocurren en la etapa invernal, en particular durante el cuatrimestre enero-abril.
Así, los acumulados totales de lluvias tienden a superar los valores normales para la época, unido en ocasiones al aumento de la frecuencia de precipitaciones intensas, brotes de tormentas locales severas con caída de granizos y vientos fuertes, además de inundaciones costeras de notable magnitud, sobre todo en la región occidental, asociadas al surgimiento de bajas extratropicales o ciclones invernales en el golfo de México.
Muestra de ello fue lo sucedido en el invierno de 1982-1983, cuando el país sufrió los mayores daños atribuidos a la presencia de El Niño «malévolo» del clima, considerado entre los más fuertes reportados en el siglo XX.
Durante ese periodo hubo la cifra récord de 26 bajas extratropicales formadas en el golfo de México, algunas de ellas surgidas a baja latitud, desatando sucesivos episodios de fuertes lluvias capaces de sobrepasar de tres a cinco veces los promedios históricos provinciales, básicamente en las regiones occidental y central de nuestro archipiélago.
Fue el invierno más pluvioso reportado en Cuba en 50 años, y las pérdidas resultaron cuantiosas en la agroindustria azucarera, el tabaco, el plátano, la papa, el frijol y el tomate, por citar algunos de los cultivos más perjudicados.
Resaltan, además, otros fenómenos de inusitada intensidad reseñados en los medios de prensa, como los vientos con fuerza de huracán de región sur, registrados en varias localidades del occidente, en marzo de 1983; el mayor brote de tornados acaecido en Cuba, el día 17 del propio mes, con un total de siete; y la severa inundación costera que cubrió amplias zonas bajas del litoral habanero, incluido el malecón, en igual fecha.
Tomando en cuenta la perspectiva de un probable evento enos fuerte en el segundo semestre del año, el Centro del Clima del Instituto de Meteorología observará con detenimiento la evolución de las condiciones oceánicas y atmosféricas en los venideros meses en el Pacífico ecuatorial; dadas las implicaciones que pueda tener sobre la actividad ciclónica y su posterior influencia en las condiciones del tiempo en la Mayor de las Antillas.
¿EVENTO PREHISPÁNICO?
Según datos de instituciones científicas peruanas, los primeros registros oficiales de El Niño fueron reportados por el capitán de ese país, Camilo Carrillo, en 1892. Él notó la existencia periódica de una corriente marina cálida en los mares habitualmente fríos del entorno costero de la nación andina.
También los boletines de la Sociedad Geográfica de Lima, publicados en diciembre de 1897, muestran manuscritos de Antonio Raimondi sobre la oceanografía y climatología de nuestro litoral, que refieren la ocurrencia de eventos extremos, asociados al calentamiento marino-costero en el norte del país.
Aunque existen constancias escritas de los efectos de El Niño –fue bautizado con ese nombre por los pescadores peruanos, al coincidir la aparición del calentamiento del mar con los días próximos a la fecha de la navidad cristiana– que datan aproximadamente de 1525, los investigadores han encontrado pruebas geológicas de la presencia de ese fenómeno en las comunidades costeras de Perú, hace más de 13 000 años.
Quizá eso explique porqué los incas construían sus ciudades en las cimas de las colinas y la población almacenaba los alimentos en las montañas.
Pero recientes estudios geomorfológicos, de sed imentos y paleontológicos, van más atrás en el tiempo y señalan que el célebre evento ocurre desde hace no menos de 40 000 años.
Tomado de Granma
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