Camina con pausa e igual tranquilidad trasmite el tono suave de su voz. Justo en esa armonía encuentras la familiaridad cuando, en tu rol de periodista, tienes la misión de dialogar con el profe Omar Pérez Jacinto.
Al principio estás un poco insegura, quizás nerviosa porque un académico de su estatura aceptó responder un par de interrogantes. Luego te encuentras a su lado en el banco de cualquier parque, en cualquier esquina de Artemisa. En aquel lugar, el orador hace gala de sus dotes de maestro. Fluye rápida y amena la conversación. Un verdadero festín. Uno de saberes y pensamiento científico.
Para muchos este Doctor en Ciencias Pedagógicas no necesita presentación. Aunque, es mayormente reconocido por los aportes de su modelo estadístico al análisis de fenómenos complejos de la sociedad, una impresionante labor científica le precede dentro y fuera de Cuba.
Graduado en la especialidad de Física, en La Universidad de La Habana, asegura haber encontrado en el estudio de la Estadística Física, que no es la clásica que utilizan los matemáticos, las herramientas suficientes para desplazarse con facilidad de un área a otra del conocimiento.
“A mis 75 años de edad, es quizás por ello que todavía tengo algo por hacer en beneficio de los profesionales cubanos», confiesa y tal vez no distinga cuanto le agradece el plantel de la joven Universidad de Artemisa, Julio Díaz González, la posibilidad de contar con su guía oportuna y acertada.
Hoy, Metodólogo de la Vicerrectoría Primera, a cargo, entre otras cosas, de las investigaciones y los postgrados, evoca la inevitable y necesaria creación de nuestra Alma Máter desde dos hechos básicos: la nueva división política administrativa y los procesos al interior del Ministerio de Educación Superior (MES), llamados a la unificación de todas las instituciones de formación de profesionales.
“En la otrora provincia La Habana existían dos universidades; en la parte Este, la Universidad Agraria de La Habana (UNAH); y en la zona Oeste, la Universidad de Ciencias Pedagógicas (UCP) Rubén Martínez Villena.
«Con el surgimiento de las nuevas provincias, Mayabeque asumió como centro de enseñanza para la educación superior la reconocida institución ubicada en San José de Las Lajas; mientras que Artemisa inició el camino para integrar en una única Casa de Altos Estudios las carreras pedagógicas además de las filiales de Cultura Física y los Centro Universitarios Municipales (CUM) en todo el territorio.
“También, fueron determinantes los análisis desde la dirección del país y su gestión de gobierno basada en la ciencia, la tecnología y la innovación, con un fuerte reconocimiento de las universidades al centro del desarrollo territorial. Asimismo, la integración representaba una manera lógica de aprovechar los recursos materiales y humanos, aportados también por la existencia en el territorio de una Facultad Regional, perteneciente a la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI)”.
En el proceso no tardarían en aflorar las fortalezas y debilidades de la naciente provincia en su propósito de instaurar un centro para la enseñanza superior. Entre las primeras, Omar reconoce los trabajos de formación doctoral, gestados con anterioridad desde la Universidad Pedagógica, los CUM y la Filial de Cultura Física.
“Pero, por otra parte nos enfrentábamos a la falta de una cultura universitaria a pesar de que existían entre los artemiseños muchos graduados de este nivel».
«Asimismo, carecíamos de un número grande de categorías docentes y científicas que apuntaran a la instauración en poco tiempo de una institución sólida, de gran experiencia. Tampoco teníamos suficientes cuadros”.
Sin embargo, nada los detuvo para cuestionar la viabilidad del proceso; mucho menos en medio de un escenario donde a cada paso se demuestra la importancia de basar la producción, los servicios, la gobernabilidad de cualquier país en métodos probados.
“Las tendencias actuales nos alertan cada vez más sobre la necesidad de formar profesionales con un alto nivel científico. Los procesos cognitivos e inteligentes de la época moderna distan mucho de la formación rutinaria de profesionales.
“Tanto es así, que ya existen programas nacionales con métodos científicos que están penetrando en toda la actividad social del hombre debido al desarrollo ilimitado de las ciencias en todas las ramas del saber.
“La bibliografía apunta que al inicio de siglo todas las teorías científicas habían acumulado un saber increíble; pero en menos de una década estos resultados se duplicaron. Por otra parte, han disminuido las plazos de inversión. Ahora, un logro científico surge una semana y la próxima está en los mercados. Aunque joven, nuestra universidad tiene que apostar por ello”.
Fundador de la Universidad de Camagüey, vio crecer extraordinariamente este centro en tan solo diez años de fundado. De igual forma, protagonizó en la entonces UCP Rubén Martínez Villena la acreditación para la formación de doctores en Ciencias de la Educación, con apenas 12 años de creada.
Actualmente, reconoce el crecimiento discreto de la Casa de Altos Estudios artemiseña, pero confía plenamente en sus posibilidades para impulsarse aún más.
“Creo que hoy nuestra institución se define por la manera en que da respuesta a las necesidades del territorio desde las líneas de investigación, esencialmente en la parte agrícola, económica y pedagógica. No apostamos por carreras que, aunque atractivas, dejan descubiertas las soluciones a problemáticas esenciales del territorio”.
Jubilado y reincorporado, asegura que le quedan muchos doctores por formar. “A todos les digo que se empeñen al máximo y que traten de dar lo mejor de sí”.
En esa retroalimentación que encierra el arte de enseñar agradece a «todos aquellos que creyendo que me hacían perder el tiempo, cada vez que me interpelaban con preguntas o me planteaban una duda, fueron quienes conformaron lo que realmente soy”.
Tomado de Artemiseño
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