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De Cienfuegos a Guanahacabibes, contra viento, basura y sargazo

El proyecto busca como finalidad la creación de propuestas de manejo sostenible en ese territorio del archipiélago cubano.

El colectivo de amigos ecologistas del grupo Cienfuegos Verde no solo tiene entre sus objetivos la siembra y preservación de la flora en esta provincia. Desde hace años posee una fuerte vinculación con el proyecto Costa Limpia, una iniciativa que, de acuerdo con su artífice, el ingeniero forestal Lázaro Márquez Govea, se centra en el estudio y manejo de desechos de origen oceánico en el litoral sur de la Reserva de la Biosfera Península de Guanahacabibes, en el extremo occidental de Pinar del Río. De ese modo, el proyecto –al que tributan diversas instituciones pinareñas–, busca como finalidad la creación de propuestas de manejo sostenible en ese territorio del archipiélago cubano.

Para cooperar con esa plausible meta, nueve miembros del grupo ecologista se dieron a la tarea de viajar hasta la playa El Holandés, una de las tantas que adornan aquellas riberas, para realizar acciones de saneamiento y recolecta de basura. Dicha excursión devino en una experiencia memorable de siete jornadas, no solo por la asombrosa y apacible naturaleza del lugar sino también por la impactante realidad en torno a los desechos que las corrientes del Golfo empujan hacia las arenas.

GUANAHACABIBES, DONDE SE GUARDA EL SOL DE CUBA

Hasta aquella lejana península, que acumula una rica biodiversidad terrestre y marina, de leyendas e historias de barcos hundidos, piratas, pasajes curiosos e incluso las fábulas de la mítica ciudad perdida de la Atlántida, llegó el grupo de ecologistas después de largas horas de camino en guaguas y camiones. Pero la extensa travesía valió la pena totalmente.

En el campamento rústico de la playa desplegaron los avituallamientos, casas de campaña, insumos para las comidas, agua potable, el carbón vegetal para cocinar, etc. Todo quedó dispuesto al iniciar la tarde del primer día.

Según el criterio de viejos visitantes, en El Holandés casi siempre sopla el viento con holgura. Por suerte estuvo así durante la mayor parte de la estancia, y mantuvo a los mosquitos y jejenes controlados.

Aquel paraje de arenas y vegetación está al abrigo de la punta de igual nombre, un topónimo legado a través de los tiempos del corso y la piratería, cuando la tierra insular era zona franca para el bandolerismo mercantil. Según se supo después, a través de uno de los especialistas del Parque Nacional, en las cercanías aún está el pecio de la urca holandesa hundida en el año 1698, cuyo expediente fue conformado por el aclamado arqueólogo y asesor del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador, César García del Pino.

Así pues, en la playa más curiosa, hermosa y amplia de la franja, caracterizada por un largo arrecife coralino a unos 60 metros de la orilla, se comenzaron los trabajos de limpieza al día siguiente, no sin antes dejar conformadas dos áreas de muestreo, tanto al este y como al oeste del campamento base.

Sobre el farallón de El Holandés, lleno de vegetación rastrera y espinosa, se le dijo adiós al sol de Cuba esa tarde, que iluminaba con total vigor los colores de la bandera cubana izada en el techo de guano del campamento.

La aurora en Guanacabibes les trajo un mar de color naranja entre las hojas del guano y una paz nunca antes vista. Pero trajo también un impresionante panorama que flotaba poco a poco sobre olas, tornadas de marrón a medida que se acercaban a la línea costera.

El molesto sargazo se fue acumulando y creó durante las jornadas allí vividas, verdaderas murallas que sobrepasaron el metro de altura.

En grandes proporciones, este suceso se transforma en un desastre ambiental, que suele afectar con más fuerza la zona del Caribe debido al impacto negativo sobre el sector turístico. Al descomponerse, esta materia vegetal genera ácido sulfihídrico, un gas inflamable y tóxico con numerosas aplicaciones industriales,  generando a su vez una peste en el ambiente que atenta contra los visitantes y por supuesto, contra la estética de la playa.

Independientemente de que en la parte sur de la península siempre se ha reportado la llegada de sargazo, de acuerdo con estudios investigativos, en los últimos años cinco se ha registrado un crecimiento desmedido provocado por nutrientes químicos que provienen de la actividad humana.

Está demás decir lo complejo que se les hizo la recogida de basura en ambas líneas costeras debido a las algas, que “escondían” gran parte de los residuos. Por tanto, hubo que redoblar los esfuerzos para que no quedaran “mentiras” sobre el terreno delimitado, e incluso llegaron un poco más allá, hasta casi alcanzar playa La Barca.

La basura que se estaban recogiendo no tenía la fetidez del sargazo, pero al llegar este a sitios como el Holandés, donde solo se ve en lontananza el campamento rústico dispuesto para el monitoreo de las tortugas marinas, la imagen resulta increíble.

Por varios kilómetros, fueron testigos los amigos de Cienfuegos Verde de la enorme cantidad de plástico que, en esencia, no se genera en Guanahacabibes, y en buena medida, ni siquiera en Cuba. Desde calzado de cualquier talla, mallas plásticas para trampas langosteras, redes de pesca mezcladas con el dienteperro y la vegetación, pomos, cientos de tapas de envases pequeños; juguetes, cubiertos desechables, jeringuillas, pelotas, cubos, pomos de cristal… Muchos de los objetos hallados allí provenían de naciones caribeñas, pero otras no menos sorprendentes tenían la rúbrica de países tan lejanos como Brasil o Perú.

Se acopiaron numerosos envases asociados a la industria alimentaria, entre los que predominaron las bebidas y frascos de salsas usados en el servicio de cubierta de las embarcaciones. Otra notable cantidad pertenecía a los usados en la limpieza, y a la higiene personal como los desodorantes, productos de cosmética; champú, cremas. De asombro mezclado con curiosidad fue hallar utensilios muy puntuales originados por el sector de la salud. Entre ellos, portadores de amalgama de uso estomatológico, un bulbo de medicamento inyectable y hasta un blíster de condones de origen tailandés.

Además de la tarea ardua de recogida, clasificar por grupos y colores la basura requirió tiempo y esmero, ya que ello puede ser utilizado en estudios posteriores sobre el impacto en los seres vivos de la zona, de manera especial las tortugas marinas, que pueden confundir estos objetos con su alimento, o afectar a las aves playeras que visitan la península por ingesta o entrampamiento de los picos.

Tampoco se puede desdeñar a la amplia lista de peces asociados al arrecife coralino de la playa, que se ha descrito hasta los 20 metros de profundidad en todo el Parque, con alrededor de 201 especies de 101 géneros y 50 familias, las que también son vulnerables al efecto negativo de la presencia de residuos.

Además del quehacer ecológico, el grupo tuvo del mismo modo oportunidad para el disfrute y el esparcimiento con la bondades del hermoso territorio en el que se hallaban: conocer la historia del Faro Roncalli, ser partícipes de la fuerte tradición apícola de la zona, y ver de cerca a las hermosas criaturas que habitan en la Estación biológica para el monitoreo del cocodrilo Acutus.

En sí, constituyó un viaje de aprendizaje y emprendimiento, en favor de la vida silvestre de nuestro archipiélago, defendiéndola de aquello que el propio ser humano no ha sabido gestionar correctamente, y que hoy representa un problema a nivel planetario.

Tomado de 5 de septiembre

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