Su traslado de La Habana para Moa sorprendió a muchos en ese entonces, pero Melaneo Maden Betancourt estaba decidido. Quería estudiar, aprender y superarse, y el municipio minero captaba la atención de aquel joven lleno de sueños.
“Siempre me gustó estar en un lugar donde el desarrollo estuviese por delante de uno”, afirma convencido, varias décadas después, este ingeniero mecánico y máster en Ciencias Ambientales, quien adoptó a ese territorio holguinero como su casa y escenario de las principales acciones plasmadas en su hoja de vida.
“Rápidamente me vinculé con todo y comencé a trabajar en la industria Pedro Soto Alba como ayudante en la minería. Ese trabajo es bastante difícil, pues se encarga de recepcionar las muestras de minerales, que luego se utilizan en diferentes procesos.
“En la etapa, me vinculé con personas conocedoras de la realidad del lugar. Estando en Las Camariocas, inicié una actividad intensa desde la educación ambiental en esa inversión, que se estaba llevando a cabo por los países miembros del Consejo de Ayuda Mutua Económica (Came).
“Queríamos que esa fábrica fuera distinta y que la familia se vinculara desde el inicio a su funcionamiento, pues su concepción industrial impacta muchísimo en el medio ambiente. Cuando hay que prescindir de grandes bosques o cavar varios metros de profundidad en la tierra en busca de minerales necesarios, también hay que encontrar la forma de armonizar con lo que nos rodea”.
Como ingeniero mecánico y ambientalista convencido, supo de lo difícil de su misión, pues su desarrollo estaba en manos de los hombres y su sentido de la responsabilidad con el entorno. En una de sus múltiples investigaciones, quizá la de mayor impacto en su vida, descubrió su auténtica pasión: los manglares.
“En mi investigación e intercambio con reconocidas personalidades cubanas descubrí la importancia de los manglares para Cuba, como una isla rodeada de agua y los impactos negativos que pueden incidir en su conservación responsable”.
A partir de ese momento, sintió que tenía la obligación de velar por esos ecosistemas costeros, por lo que se dio a la tarea de ser un ambientalista comprometido y, desde las áreas de producción, hacer las cosas bien para todos.
“Así llegamos entonces a conocer a la ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación, Rosa Elena Simeón, quien quería contactar con los niños y conocer el trabajo que se hacía con los moenses. Recuerdo que, al principio, las palabras no me salían”.
En 1995, surgió Ecoarte, un programa de conservación ambiental comunitario, donde confluyen la ciencia y la cultura, que está ligado por entero al accionar de Melaneo. “Nació de la manera más linda y espontánea”, afirma su precursor, al tiempo que se refiere a los antecedentes que permitieron su concreción.
“Ecoarte surge con el trabajo. En Las Camariocas trabajábamos en la educación ambiental. Éramos jóvenes y nos inspiramos con ese propósito.
Comenzamos a hacer una fiesta con toda la familia y yo atendía la parte de los niños de la comunidad, íbamos a la playa, buscábamos el mangle y lo sembrábamos. En aquel momento, las empresas tenían la obligación de sembrarlo.
“Así se fue gestando el proyecto, con fiestas y acciones comunitarias en los barrios costeros. La dirección del Partido nos recomendó extenderla a otros puntos de Moa y, un 13 de agosto, surge la gran fiesta de los manglares. Ese día, los compañeros de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba filmaron lo que hacíamos y todo el país lo conoció.
“Surgió con el deseo de vincular a la familia minera a la conservación del medio ambiente que iba a dañar la industria y que tenía la necesidad de proteger.
“Nos unimos a personalidades con altos conocimientos de la diversidad biológica cubana y de lo que representa el este oriental, donde se encuentran grandes ríos, yacimientos de minerales, plantas endémicas y otras riquezas naturales.
“El sentido de pertenencía del minero y su familia, y la vinculación con diferentes organismos y entidades, en pos de un bien común, es lo más importante. Ecoarte ha ido variando, con el transcurso de los años y las situaciones que conocemos, pero su esencia inicial sigue presente”.
El actual especialista de medioambiente de Cuba Níquel sabe que aún queda mucho por hacer. En el contexto actual, la visión medioambiental debe estar presente en cada uno de los procesos que se ejecuten, sobre todo, en las industrias.
“Nosotros nos adelantamos, en muchos sentidos. Hoy se habla de la Tarea Vida, pero antes de que llegara ya sembrábamos mangle y sabíamos la necesidad de proteger a ese cuerpo boscoso, teniendo en cuenta los efectos de la explotación industrial y también de las penetraciones y aumento del nivel del mar.
“Ecoarte representa la vida. Me formó como persona y como individuo, me enseñó a tener respeto por los seres vivos, pues todos desempeñamos un papel importante en el ecosistema. Entendí el nivel de responsabilidad que tiene el hombre y el valor de la naturaleza, que siempre busca la manera de regenerarse.
“Nosotros debemos de estar constantemente agradecidos con la naturaleza. En el caso de las empresas del níquel, determinan parte importante del desarrollo de la nación, por lo que es necesario afianzarnos para que el funcionamiento de las industrias esté en consecuencia con la estabilidad del entorno.
“Lo importante es seguir trabajando. Apropiarse de conocimientos y transmitírselos a un niño, al bodeguero, al carnicero, al catedrático y a la familia, en sentido general. Debemos de fortalecer lo que hacemos en materia de educación ambiental, en Moa y el resto del país.
“Es importante escuchar a los conocedores del tema y superarse, nunca dejar de superarse. Debemos unirnos, todo el mundo debe de sentir a la naturaleza como algo propio y aprender cada día de ella”.
Tomado de Ahora!