Esta agrupación, que recientemente cumplió 70 años de fundada, atesora una larga hoja de ruta como los aficionados en activos más longevos de Cuba que desentrañan cuevas y restos arqueológicos.
Corría el ya lejano marzo de 1998 y casi a destiempo aquel frente frío se hizo sentir en la zona de Aguacate —ubicada en el área cienfueguera del macizo montañoso Guamuhaya—, mientras un grupo de espeleólogos exploraba y preparaba el descenso a la caverna Cuba-Hungría, la más profunda de Cuba con 440 metros.
“A las nueve de la mañana iniciamos los trabajos. Por la entrada de esa cueva penetra un arroyo y se forma como una gran dolina o embudo, toda el agua de las laderas va a parar allí. El recorrido interno hay que hacerlo por el cauce de ese río subterráneo. Bajamos hasta los 225 metros de profundidad», relató a Escambray hace ya más de una década Javier Mujica Gerónimo, integrante del Grupo Espeleológico Samá.
Cerca del mediodía se desató una verdadera tormenta y en cuestión de minutos la entrada de la caverna quedó completamente sellada por las crecidas y una avalancha de agua. Dentro, siete exploradores cubanos y suizos habían quedado atrapados. Entonces comenzó un correcorre indescriptible para buscar socorro en medio del intrincado lomerío.
Considerado el incidente más grave en la historia del grupo Samá, este hecho movilizó a la Sociedad Espeleológica en La Habana, a las autoridades de Cienfuegos y Sancti Spíritus y al Ministerio del Interior; se dieron instrucciones para el rescate y se movieron hombres y medios de diferentes lugares, de noche y bajo el agua.
“Se juntaron allí como 200 personas. Cerca de las tres de la madrugada salieron los primeros exploradores atrapados, pero no sabíamos qué les había ocurrido a los que continuaban dentro. Fue algo muy tenso. Como a las diez de la mañana salieron los últimos. A pesar del estrés vivido, sentimos una gran alegría. Se activó un gran operativo y realmente nada pudimos hacer, ellos mismos soportaron las avalanchas de agua, la hipotermia y salvaron sus vidas”, rememoró también en este periódico Alejandro Romero Emperador, por entonces jefe del grupo.
CONQUISTADORES DEL MUNDO SUBTERRÁNEO
Pero ese no ha resultado el único peligro ni sobresalto en el largo camino de esta agrupación, que ya acumula 70 años tras las huellas, lo mismo de la caverna Caja de Agua —una de las más peligrosas de Cuba— que de la Furnia del Infierno en la Cueva Martín, donde descubrieron en 1969 la mayor estalagmita de mundo, con más de 65 metros de altura.
En su profusa investigación “Llevando la luz a las tinieblas”, el reconocido espeleólogo Luis Olmo Jas describe punto por punto la hoja de ruta de Samá, considerado el grupo activo de aficionados más longevo del país y fundado el 23 de diciembre de 1952 por el entusiasta Manuel Romero Falcó, quien se inspiró para nombrarlo en los primeros trabajos desarrollados en el sitio de igual nombre, ubicado al norte de Banes, antigua provincia de Oriente.
Con casi cinco décadas y media como miembro activo de ese colectivo, “más que de amigos, de hermanos, como una gran familia bien llevada”, enumera los aportes más significativos que de una u otra forma ayudaron a resolver incógnitas y problemas en los campos científico, económico y militar, sin dejar a un lado el eterno compromiso con la naturaleza.
Y describe el sacrificio de largas jornadas durante el escaso tiempo libre de fines de semana o parte de las vacaciones, cuando emprendían agotadoras caminatas, desafiando incomprensiones, los peligros que encerraba un nuevo sifón o una profunda cascada, cargados con pertrechos para varios días, sin condiciones para dormir y mal alimentados.
En los inicios, marcados más por los intereses arqueológicos, se dedicaron a estudiar sitios como Boca de Samá, Chorro de Maíta, Punta las Mulas y Cerro de los Portales, entre otros, hasta que a finales de la década del 60 comenzaron a inclinarse por las prácticas espeleológicas, que signan su desempeño hasta hoy.
A pesar de que durante muchos años carecieron de los recursos mínimos para tan riesgosos empeños, no se desanimaban y apenas con cuerdas de henequén, cascos improvisados, descalzos e iluminados con linternas cuyos bombillos muchas veces se fundían en el agua, desandaban cueva tras cueva de este y otros territorios.
La aventura subterránea del grupo ya suma alrededor de 810 espeluncas descubiertas, exploradas o estudiadas, más de la mitad de ellas en esta provincia y el resto en otros cinco territorios del país —fundamentalmente en Cienfuegos y Villa Clara—, sin desdeñar una decena de estas cavidades en Colombia y Estados Unidos.
Otros temas no menos interesantes han marcado y hecho trascender la ruta de Samá: la exploración y confección del catastro espeleológico del Ejército Central; el descubrimiento de sitios arqueológicos y estudio de colecciones encontradas en estos; hallazgos de petroglifos, nichos funerarios y nuevas pictografías.
Además, en coordinación con autoridades sanitarias de la provincia, desarrollaron un estudio experimental sobre la permanencia humana en el ambiente bajo tierra, potenciaron los círculos de interés en distintos centros de enseñanza, han participado en múltiples eventos científicos y cursos especializados, así como realizado expediciones conjuntas con espeleólogos de otras latitudes, entre ellos húngaros, colombianos y norteamericanos.
Igualmente, estudiaron los cayos de la costa norte —de conjunto con el doctor Antonio Núñez Jiménez, permanente inspirador para la agrupación espirituana—, cuyo resultado se presentó al Comandante en Jefe Fidel Castro, con vistas a la explotación turística de esa zona.
INTERMINABLES DESAFÍOS
Durante estas siete décadas, el grupo Samá se ha mantenido en constante renovación y asumido interminables desafíos, en los cuales también han resultado determinantes decenas de colaboradores que han fungido como guías en agrestes parajes, contribuido con la alimentación o se mantienen como guardianes del patrimonio arqueológico que atesoran en sus propiedades.
“En todos estos años hemos recogido constancia gráfica de los lugares visitados, formado cientos de exploradores, confeccionamos el inventario clasificado de los accidentes espeleológicos y carsológicos en interés del turismo para la zona de Topes de Collantes y conformamos el guion para el montaje de un museo en el motel Las Cuevas, de Trinidad”, recuerda Luis Olmo, integrante del grupo desde 1964 y su presidente a partir del 2012.
A ello se suman importantes estudios del arte rupestre y de objetivos de interés económico, militar o turístico; sin mencionar el saneamiento en cuevas y la publicación de varios libros.
El proyecto más importante de colaboración internacional de Samá resultó el de las múltiples expediciones conjuntas con espeleólogos suizos, quienes mucho contribuyeron al descubrimiento y exploración de varias cavernas, al adiestramiento de sus colegas espirituanos en diversas técnicas, además de donaciones de equipos, tiendas de campaña, trajes, cuerdas y otros accesorios.
La región central, territorio rico en cuevas y zonas aún por explorar, genera cada año nuevos descubrimientos, entre ellos el famoso sitio paleontológico Domo de Zaza, uno de los yacimientos del Mioceno más importantes del Caribe; y los encantos de la zona de Cimarrones, interesante paraje de la geografía de Guamuhaya, donde han encontrado las cavernas situadas a mayor altura de Cuba, muchas por encima de los 1 000 metros.
“Aunque la espeleología es como un bichito que cuando pica no suelta, también hemos mantenido nuestros intereses arqueológicos, por ejemplo, tuvimos la alta responsabilidad de investigar hasta que pudimos determinar en el 2013 el lugar exacto de la fundación de Sancti Spíritus en Pueblo Viejo y al año siguiente descubrimos restos de un convento franciscano demolido a principios del siglo pasado en el parque Serafín Sánchez”, concluye Olmo Jas.
Y deja para su colega, el experimentado biólogo Abel Hernández Muñoz —quien se sumó al grupo desde 1993— otra arista fundamental: “Me incorporé cuando ya se había superado la exploración como etapa inicial de la investigación y sus miembros volvían a un territorio conocido dotados de la metodología y los instrumentos necesarios para realizar aportes al conocimiento científico del centro de Cuba en materia de bioespeleología, paleontología, zoología y arqueología”.
A seguidas, menciona las contribuciones a la arqueología aborigen cubana con la realización de investigaciones monográficos de comunidades aborígenes en municipios completos, como Sancti Spíritus, Cabaiguán y La Sierpe; los resultados alcanzados en el conocimiento de la fauna hipogea de Guamuaya con sus muchas especies endémicas; el descubrimiento aquí de los restos óseos del almiquí Solenodon cubano; los primeros reportes de perezosos confirmados en la alta montaña cubana; los inventarios de murciélagos y otras especies para poder contribuir a la correcta conservación de la biodiversidad.
Y, quizás sin proponérselo, remata con el norte de la brújula que siempre ha guiado a Samá: “Es importante continuar con estos y otros estudios porque seguramente el macizo Guamuhaya y otras cavernas de Cuba ofrecerán nuevos hallazgos para la ciencia y podremos ayudar a preservar los tantos tesoros de la naturaleza aún existentes en esos apartados escenarios”.
Tomado de Escambray
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