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Hablemos de Ciencia, Tecnología e Innovación

Hablemos de Ciencia, Tecnología e Innovación
En los últimos años se ha retomado en Cuba con insistencia a nivel social la utilización de los términos Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI).

En los últimos años se ha retomado en Cuba con insistencia a nivel social la utilización de los términos Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI). Existen indicaciones claras de Gobierno al respecto y todos los organismos de la Administración Central del Estado, empresas, administraciones locales y otras dependencias manejan en sus planes estas tres categorías, aunque en muchos casos sea más por disciplina, que por comprensión.

El presidente Díaz-Canel y  su equipo ministerial concluyeron a mediados del presente año una primera ronda de intercambios con representantes de todo el aparato de la Administración Central del Estado, en el que se revisaron planes, perspectivas y propuestas al respecto.

A pesar de los cada vez más escasos recursos del presupuesto estatal, se han asignado importantes montos de financiamiento al CITMA, organismo rector de la actividad científica en el país, para apoyar proyectos en todas las ramas de la ciencia.

Mucho se ha avanzado, pero aún en las expresiones de directivos y subordinados se  aprecian confusiones esenciales en cuanto a quién es el sujeto de estas tareas. A la hora de crear grupos temporales, nuevas estructuras y proyectos que atiendan actividades relacionadas con la CTI se busca comprometer a los “profes”, los “doctos” y a aquellos que alguna vez mostraron interés por estudios de posgrado, o simplemente por profundizar en lo que ya habían estudiado. El resto sigue dedicado a lo que consideran como lo “fundamental” en su centro laboral, productivo, educacional, o de servicios.

Y aquí hay una primera y gran importante exclusión: la convocatoria y la compresión de que debemos incorporar la ciencia, la tecnología y la innovación a nuestro hacer diario no es para algunos, es para todos.

Si hablamos de construir el socialismo, en teoría todo debe ser superior al capitalismo. ¿Y cuáles son allí los motores que impulsan la aplicación de esos tres conceptos? ¿Se hacen llamados sociales para cambiar la realidad? No.

En el capitalismo el motor detrás de la CTI es la competencia, la imperiosa necesidad de ser superior al otro, la enfermedad por ganar y no perder, el oprobio de quedar atrás y ser relegado. La distancia entre una investigación universitaria y la creación de una pequeña empresa para desarrollar un producto, o un servicio, es cada vez menor.

El socialismo no se basa en la rivalidad, pero ello no nos debe hacer olvidar que somos parte de un mundo que vive a otras velocidades, con otras agonías. No debemos olvidar que disponemos de recursos escasos, que se agotan, vivimos en un planeta que destruyen otros aceleradamente y que las nuevas tecnologías significan, entre otras cosas, que el futuro empieza en el próximo segundo (quizás en sus milésimas).

El estigma del inmovilismo y el rechazo al cambio lo tenemos impregnado en la frase que hemos escuchado más de una vez, cuando alguien dice en nuestro medio laboral “esto siempre se ha hecho así”, como una excusa maravillosa ante alguien que pide una explicación por un error, o por falta de resultados.

Las preguntas que nos deberíamos hacer todos, cada día y cada noche, deberían ser “¿cómo podemos hacer esto de otra manera?”, “¿cómo puedo obtener mejores resultados con menores gastos?”, “¿cómo puedo lograr el objetivo con otra calidad?”.

Es cierto que en una sociedad no se puede pedir que todos sus miembros tengan una compresión cabal en cuanto a principios, o regularidades científicas que explican un proceso, sea en el campo de la salud, la agricultura, o la meteorología. Pero sí puede estar al alcance todos pensar en qué nueva herramienta (tecnología) puedo utilizar, y aún mejor, cómo puedo llegar a la misma meta de otra forma (innovación).

Hay sectores en los que avanzar en todos los frentes de la CTI viene dado por la naturaleza de área de atención. El médico que no estudia todos los días, que no aprende de sus errores ante el paciente, estará rápidamente condenado al fracaso y a la mediocridad. En la informática y las comunicaciones quien crea que su tesoro se reduce a los conocimientos universitarios, será arrastrado por el avance de la generación que le sucede.

En la enseñanza en general, si usted explica el contenido al estudiante de la misma manera en cada turno de clase, será rápidamente sustituido por la atención a la pantalla de un teléfono celular, o castigado por un bostezo impenitente.

Pero hay otros sectores, también vitales, en los que esa necesidad es quizás menos aparente. Para muchos, en la agricultura el único requerimiento para que las plantas crezcan es que tengan regadío. Otros siguen mirando al uso de los combustibles fósiles y apenas calculan el valor de las energías limpias que nos regala la naturaleza.

Es impresionante cómo a pesar de los golpes recientes que le ha dado la madre naturaleza a todos los cubanos, cuando se habla de “opción cero” hay quienes aún piensan solo en menos diésel, o menos fluído eléctrico en las redes abastecimiento por escasos días. No señor, el salto al panel solar, a la biomasa y a la fuerza eólica hay muchos que ya lo hicieron ayer. Nosotros estábamos obligados a hacerlo antes.

Todos hemos hecho alguna broma sobre la ingeniosidad de nuestros mecánicos, para mantener funcionando vehículos que son reales reliquias, y  sobre cómo son parte del motor de un almendrón  piezas originarias de todos los países miembros del sistema de Naciones Unidas.

Sin embargo, no nos percatamos sobre cómo ha cambiado la necesidad de transportarse y los medios que se utilizan para ello. El transporte virtual sustituyó en muchas latitudes al transporte físico.

Cuando hablamos de los “problemas” del transporte en una ciudad cubana, la mayoría mira hacia el MITRANS, o hacia CUPET. Pero pensemos por un momento en cuántas personas estarían realmente obligadas a salir a la calle cada día si todos los trámites de registro civil, de oficodas, asuntos notariales, altas y bajas en cualquier servicio, entre otros, se pudieran hacer desde un celular.

¿Alguien ha calculado cuántas toneladas de combustible ha ahorrado al país el equipo de programadores que creó la aplicación Transfermóvil? Y cuánto tiempo ahorrado a los usuarios.

Ya la Tarea Vida (CITMA) nos enseña y exige que los asentamientos poblacionales que sean impactados por manifestaciones del cambio climático no pueden reconstruirse en el mismo lugar geográfico, cada vez estarán más alejados de las costas y de las zonas bajas.

En el ADN del cubano está la proteína que nos impulsa a que inmediatamente después del paso de un ciclón se sale a reconstruir, a restaurar y sobre todo a poner las cosas en el mismo lugar y de la misma manera. Duele ver que los huracanes que cruzan por Pinar del Río siempre destruyen casas de secado de tabaco. ¿Pero cuántas veces nos hemos preguntado si no existe un diseño alternativo para las mismas? Si su estructura fuera menos resistente a la fuerza del viento ¿serían siempre derribadas?

¿Por qué los japoneses prácticamente ni parpadean ante el paso de un tifón? ¿Qué aprendieron los mexicanos de la dura experiencia de los terremotos?

Y la reacción del lector siempre será: pero compadre allí sobran los recursos. No, hay muchos ejemplos de proyectos y emprendimientos que empezaron solo con la validez de una idea y los fondos fueron apareciendo después. Hay que innovar también en la manera en que calculamos nuestros medios, sabiendo que un inversión presente puede constituir la mínima parte de una gran pérdida a futuro.

En Cuba durante muchos años tuvimos el sano orgullo de considerarnos un país de productores, gente con inventiva y recurso del método (recordando a Carpentier). Un tiempo después, las circunstancias y ciertos cálculos tecnócratas nos condujeron por el camino de ser un país de importadores, con el consecuente impacto en cuanto a relaciones de dependencia hacia terceros.

La invitación que se nos hace para que la ciencia, la tecnología y la innovación sean parte de nuestras vidas está dirigida a todos y no a un solo sector de la población. Es para jóvenes y viejos, para dirigentes y dirigidos, trabajadores intelectuales, obreros y campesinos, incluso para desempleados. Todos debemos sentir que apropiarnos de un conocimiento no sirve solo para aprobar un exámen u obtener un título, sino para cambiar el estado de cosas, para cambiar nuestro barrio, el país, el mundo.

Una cosa es describir el horizonte desde lejos y otra bien distinta es tratar de llegar hasta hasta él.

Tomado de Cubadebate

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