«Ríndanle honores como a una valiente» –escribió Fina García Marruz en su poema a Haydée Santamaría, tras su muerte, y describe en pocas líneas quién era Haydée y cómo debemos honrarla. Hoy, cuando se cumplen 40 años de su muerte, vale la pena volver al texto de la poetisa antes de describir, sucintamente, su vida y su obra.
(…) Cúbranla con flores, como a Ofelia. / Los que la amaron, se han quedado huérfanos / Cúbranla con la ternura de las lágrimas. /Vuélvanse rocío que refresque su duelo. / Y si la piedad de las flores no bastase /Díganle al oído que todo ha sido un sueño. / Ríndanle honores como a una valiente / Que perdió solo su última batalla. / No se quede en su hora inconsolable / Sus hechos, no vayan al olvido de la hierba. / Que sean recogidos uno a uno, / Allí donde la luz no olvida a sus guerreros.
El poeta y ensayista uruguayo, Mario Benedetti, quien trabajó con ella durante muchos años en la Casa de las Américas, escribió: «Haydée Santamaría significa un mundo, una actitud, una sensibilidad y también una Revolución».
Esas dos voces dan un significado peculiar, hermoso, para recordar y honrar a Haydée Santamaría Cuadrado, en el aniversario 40 de su muerte.
Antes y después del Moncada, Haydée Santamaría fue una de las líderes más destacadas de la Revolución, con un aval que comienza a gestarse en su propia conducta familiar, entre sus hermanos, allá en el Central Constancia, de la antigua provincia de Las Villas donde nació. Su inteligencia y carácter le hicieron ganar el reconocimiento desde edad temprana. Bastaría el ejemplo de su afinidad política y permanente actitud de colaboración con su hermano Abel Santamaría, al extremo de partir a La Habana con él cuando el joven decidió venir a trabajar y estudiar. Sus ideas revolucionarias eran las mismas de Abel y, obviamente, sería su más decidida y fiel colaboradora en el apartamento de 25 y o, donde vivían, el que pronto se convirtió en el centro clandestino del Movimiento Revolucionario de la Generación del Centenario que creó Fidel tras el golpe militar de Batista del 10 de marzo de 1952.
Haydée participó en la organización de lo que luego sería el asalto al Moncada. La historia de aquel día, respecto a ella y a las torturas y el asesinato de Abel, ha sido recordada en estos días, a partir de la propia denuncia realizada por Fidel en el juicio, tanto en el Palacio de Justicia el 21 de septiembre, como en el Hospital Civil el 16 de octubre, cuando pronunció su alegato de defensa La historia me absolverá.
Los horrores de aquellos días estuvieron vívidos en la mente y el corazón de Haydée, desde entonces hasta el 28 de julio de 1980. Aquello, en vez de debilitarla, estimuló su actitud revolucionaria en la cárcel de Guanajay y luego de su salida, tras ocho meses de prisión, en compañía de Melba Hernández, junto a quien compartió la dureza del martirio tras los hechos del 26, como prisioneras.
Para Haydée, según ella misma declaró muchas veces, el hecho de que Fidel la escogiera junto a Melba para que editaran e imprimieran su alegato, reconstruido por él en la prisión de Isla de Pinos, fue un aliento a seguir con más fuerza y brillantez el camino adoptado. La preparación del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, como una de las dirigentes del Movimiento 26 de Julio; su inmediata subida a la Sierra Maestra, en esas funciones; su labor clandestina en La Habana, y la tarea de Delegada del M-26-7 en el exterior, en la recaudación de fondos para adquirir armas, hasta el triunfo de la Revolución fueron excepcionales. El asma, su padecimiento de toda su vida, jamás disminuyó sus tareas.
De inmediato la llenaría de fervor la Revolución triunfante, y se atrevería, con el valor de lo que era: una revolucionaria cabal. Su innata inteligencia la demostró dirigiendo la Casa de las Américas, creando y conciliando intereses intelectuales y revolucionarios con destacados escritores y artistas de América Latina y el Caribe. Lo hizo como quien teje una urdimbre. Hay testimonios inestimables de personalidades descollantes a su favor, cuando ella no había tenido oportunidad de alcanzar un nivel de enseñanza que superara la primaria.
Haydée, desde sus días en el Central Constancia, fue siempre una lectora extraordinaria. Lo siguió siendo en La Habana y luego del Moncada, y pudo establecer discusiones con hombres y mujeres intelectuales preclaros que, como Mario Benedetti, por ejemplo, ella atrajo a la Casa y fueron colaboradores excepcionales. Conocimiento y rebeldía fueron siempre sus pasiones.
Fue precisamente el Che quien en una carta le escribió: «…Veo que te has convertido en una literata con dominio de la síntesis, pero te confieso que como más me gustas es un día de año nuevo, con todos los fusiles disparando, y tirando cañonazos a la redonda».
En el orden político, Haydée formó parte del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, desde su fundación y fue presidenta de la Organización Latinoamericana de Solidaridad. En esa dirección enriqueció sus fueros latinoamericanistas y se entrevistó con Ho Chi Minh para atraer la acción de revolucionarios latinoamericanos a favor de la causa de Vietnam. En Cuba, no solo los escritores y la Casa de las Américas disfrutaron de su talento aglutinador, ella fue un apoyo extraordinario en el naciente movimiento y desarrollo de la Nueva Trova y de la Canción Protesta.
Haydée siempre fue esa, sin lograr olvidar, ni un día, las atrocidades del Moncada y, en particular, las cometidas contra su hermano Abel.
Fuente: Granma
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