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Jesús, el protector de La Paila

La presa La Paila, en el municipio de San Cristóbal, constituye, desde 1982, obra útil además de bella.

La presa La Paila, en el municipio de San Cristóbal, constituye, desde 1982, obra útil además de bella. Pocos quedan indiferentes ante el espectáculo de su paisaje, pero entraña mucho más en la vida de Jesús Valdés Ledesma, trabajador de la Unidad Empresarial de Base (UEB) de Recursos Hidráulicos en ese municipio.

Vale la pena llegar al lugar y conversar con el hombre que vive día y noche para garantizar los servicios de la presa. Abre y cierra las compuertas, mide a diario los parámetros fundamentales, chequea la evaporación del agua, monitorea en tiempos excepcionales la incidencia de las precipitaciones para prevenir inundaciones, cumple lo pactado con los usuarios de la agricultura que requieren el agua y de la manera que lo necesitan, y lucha contra las indisciplinas sociales.

¿Desde cuándo trabaja usted en la presa La Paila?
-Yo comencé a trabajar aquí el día 28 de agosto del 2008. Ya llevo 15 años en La Paila. Esta es la presa más grande de la provincia: embalsa 60.5 millones de metros cúbicos, que es su capacidad máxima.

¿Cuán compleja es su labor? -Tengo ocho trabajadores, reviso el mantenimiento, envío los partes al Instituto, a la empresa y a la UEB, diariamente, al igual que los recorridos.

Vengo a la sección de escala todas las mañanas a medir la cota, el volumen que tiene la presa durante tiempos normales, porque cuando hay ciclones o intensas lluvias lo hago cada dos horas. Cuando más complejidad existe es en casos de eventos hidrometeorológicos, entonces tengo más trabajo, porque hay consejos populares con riesgo de inundación.

¿Qué tipo de servicios presta esta obra?
-Nosotros prestamos servicios, principalmente a tres objetos de entrega: la Agricultura, Alevinaje y una minihidráulica que está cerca de aquí. Partimos de la base de las necesidades de los usuarios; ellos solicitan el agua y por medio de la UEB me llaman y yo abro o cierro las compuertas.

Domino el trabajo con los ojos cerrados, conozco todas las actividades y me gusta estar aquí. Vivo en la misma casa de la presa, ya hace 15 años también.

Además me motiva este paisaje de montañas que parecen salir del agua y tengo mi siembrita para autoconsumo. Estoy jubilado ya, pero pienso seguir aquí, fíjese si estoy orglloso que me jubilé y me voy a quedar.

¿Todo es armonía y tranquilidad en este lugar?
-No, también sufro si la sequía es intensa, como en estos últimos meses, porque no depende de mí y la veo bajar y bajar.

Además, vienen muchas personas, en época de verano más. Algunos vienen a disfrutar aquí y lo hacen sin dañar, otros son indisciplinados. Yo tengo que velar porque se mantenga el buen estado de sus estructuras, las barandas de la torre, por ejemplo. También intento prevenir accidentes y les advierto cuando determinadas zonas no son propicias para el baño.

Pero resulta placentero cumplir con mi trabajo y es bonito cuando alguien llega y celebra la belleza de esto, que ya es mi lugar.

Tomado de El Artemiseño

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