Las vacunas entrenan al organismo para que sea capaz de reaccionar favorablemente ante determinadas enfermedades. En el caso de las disponibles contra la COVID-19, no existe ninguna capaz de impedir la transmisión del virus, aunque podrían reducir la carga viral y evitar la llegada a estadios graves de la enfermedad o la muerte.
Es cierto, sin embargo, que la aparición de una vacuna contra la enfermedad fue de una rapidez pocas veces vista, pero existen ciertos factores que condicionaron este proceso:
· La ciencia de hoy, interconectada y con herramientas que no poseía siquiera diez años atrás. Acceso a grandes bases de datos, herramientas de secuenciación genética, simulación y potentes sistemas de procesamiento de datos.
· La existencia de plataformas para el desarrollo de vacunas probadas anteriormente. En el caso de Cuba las de subunidades proteicas tienen antecedentes en el panorama nacional.
· Nuevas tecnologías como la del ARN mensajero para la creación de una vacuna (Pfizer-Biontech)
· Crisis mundial que ha acelerado los procesos de la ciencia, desde los ensayos clínicos hasta la aprobación de vacunaciones masivas.
· Los coronavirus se encuentran en la naturaleza y han sido objeto de estudio en ocasiones anteriores. Los brotes de este siglo de SARS-CoV y MERS-CoV adelantaron a la ciencia la fase de descubrimiento y estaban en desarrollo vacunas contra las enfermedades que ambos provocan.
En el caso de Cuba, por ejemplo, Abdala incluye un esquema de 28 días que muestra resultados significativos entre los 42 y 56 días. Mientras, el periodo de incubación de la variante Delta puede ser de apenas cuatro, por lo que las personas pueden contagiarse más temprano que con variantes anteriores.
Al inicio de la pandemia, un infectado contagiaba un promedio de dos o tres personas. Ahora, con Delta, este número asciende a seis.
De acuerdo con Covariants.Org esta ha causado al menos el 92 por ciento de las nuevas infecciones en los Estados Unidos. Las personas infectadas con Delta tienen mil veces más virus en sus vías respiratorias, lo que se traduce en mayor propensión a propagarlo cuando estornudan, tosen o hablan.
Otro de los cambios con respecto al virus original que presenta la variante Delta ocurre en una parte de la proteína espiga denominada dominio N-terminal. En condiciones normales, este sirve para que los anticuerpos se adhieran al SARS-CoV-2 y le impida entrar a las células.
Sin embargo, con la mutación que presenta la variante Delta, los anticuerpos monoclonales son menos eficaces y esto podría causar que las personas vacunadas sean ligeramente más propensas a infectarse con Delta, lo que les causa una enfermedad leve, pero les permite contagiar el virus.
Vacunas exprés vs variante Delta
La mayoría de las vacunas con las que contamos no fueron probadas en escenarios con nuevas variantes de la COVID-19. En el caso de Cuba se ha certificado que podrían ser eficaces contra variantes como la Alfa, pero no existe aún la certeza de su efectividad contra la Delta.
En Cuba nos encontramos ante un rebrote que ha llevado al país a un pico pandémico, según ha señalado el propio presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Sin embargo, es importante señalar que la efectividad de las vacunas no se mide solo respecto a la manifestación de la enfermedad. Abdala y Soberana fueron 100 por ciento eficaces frente al desarrollo de síntomas que lleven al estado de gravedad o provoquen la muerte de las personas con tres dosis.
Esto también es una alerta ante conclusiones apresuradas que podrían poner en duda la acción de estos inmunógenos. Más que mirar únicamente al aumento de positivos, hay que prestar atención a los graves y fallecidos de aquellos sitios en los que, al menos Abdala, de mayor uso en el país, se ha inoculado a gran parte de sus poblaciones.
También sería importante contar con los datos específicos de los pacientes graves y críticos, que dejaron de aparecer en los partes del Ministerio de Salud Pública ante el gran número que se reporta de manera diaria.
Aunque la vacunación en el país avanza, aún es muy concentrada. Tenemos, por ejemplo, por su complejidad, la mayoría de personas vacunadas con tres dosis en La Habana — de 8 municipios, más de la mitad — , frente a otros sitios que aún no comienzan a gran escala.
La vacunación, por supuesto, lleva un componente organizativo y logístico y depende de los escalados productivos. Además, del transporte hasta las localidades y la habilitación del personal y los vacunatorios. Se dice fácil, pero en la práctica existen varios factores que podrían afectar ese proceso.
De más de 11 millones de personas que viven en Cuba, solo dos millones y medio tiene las tres dosis. Es decir, cerca de un 20 por ciento tiene protección frente el virus y sus variantes. Mientras menos personas se vacunen, ahora que existe un mayor número de contagios, más probabilidades hay de que el SARS-CoV-2 modifique sus características y aparezcan mutaciones que pudieran ser más agresivas.
Muchos países con sistemas de vacunación con mayores recursos, como EE.UU. y Rusia, valoran la idea de volver a vacunar a los que ya se inmunizaron ante el azote de la Delta. En Cuba, aunque no es la media, se ha destapado un incipiente movimiento antivacunas que usa argumentos como la no aprobación de la OMS — innecesaria, pues corresponde al ente regulatorio de cada país — , razones políticas de diversa índole o que los datos de ensayos clínicos no son verídicos.
De estos argumentos nos detendremos brevemente en el tercero. Recordemos que Cuba cuenta con amplia experiencia en el campo de la biotecnología y que las instituciones como el CECMED están avaladas internacionalmente.
La variante Delta, que circula en Cuba junto a otras, es una de las causas del rebrote de la COVID-19. Sin embargo, no podemos culpar únicamente al patógeno. Existen malas prácticas, descontrol a diversos niveles, irresponsabilidades tanto de autoridades como ciudadanas.
Reducir el contagio no dependerá solo de las vacunas, ni en Cuba ni en ninguna parte. Hay que combinar la inmunización con cuidados personales y familiares, aislamiento social y aplicación de protocolos efectivos en la cotidianeidad.
Las vacunas son una esperanza que no arrancaremos, pero por sí solas será como la historia de Sísifo. Empujaremos la piedra hasta la cima solo para verla caer. Entonces, habrá que empezar de nuevo.
Consulte el artículo íntegro en Revista Juventud Técnica
Artículos relacionados:
Dr. Luis Herrera sobre las vacunas: “Cuba buscó una apuesta segura, con base en las posibilidades y en tecnología dominada”
Valore este artículo
Click en las estrellas para votar
4.4 / 5. Conteo 8