Promover acciones de manejo para el ordenamiento pesquero en la región oriental de Cuba fue el propósito del taller realizado la pasada semana en el marco del proyecto “Mejorando la gestión y la protección de la biodiversidad en la zona costera del Golfo de Guacanayabo”, (Conpescas Guacanayabo), implementado por el Centro de Investigaciones Pesqueras (CIP), con asistencia técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial.
Participaron en el encuentro investigadores del CIP, directivos del Grupo Empresarial de la Industria Pesquera, trabajadores de empresas pesqueras y pescadores privados pertenecientes a los municipios de implementación del proyecto en Santa Cruz del Sur en la provincia de Camagüey; Manzanillo, Granma y Amancio en Las Tunas.
Durante las jornadas se presentaron algunas de las problemáticas que han influido en el agotamiento de los recursos pesqueros en esa área de la plataforma insular: la pérdida de la diversidad biológica marino-costera, el declive de las pesquerías marinas como resultado de prácticas insostenibles, la degradación ambiental y los impactos del cambio climático. Asimismo, se compartieron propuestas de medidas y recomendaciones para mejorar el manejo de las pesquerías de escama y camarón, con vistas a la recuperación paulatina de las especies.
Al intervenir en el evento, Carlos A. Ocano Busia, investigador el CIP, presentó una actualización del estado de las capturas de camarón impactadas en los últimos años por las sequías prolongadas, el incremento de la salinidad en los estuarios, la pesca ilegal en zonas de crianza y el bajo aporte de agua dulce a la zona costera por el represamiento de los principales ríos de la región, en especial el Cauto, lo que ha traído como consecuencia una drástica disminución del recurso.
Por su parte, Romina Alzugaray, titular de la institución, se refirió a las medidas que pueden implementarse en las pesquerías multiespecíficas de peces, método en el que se capturan juntas muchas especies con diferentes niveles de productividad. Alzugaray se refirió a la necesidad de mantener índices de capturas a niveles sostenibles; proteger áreas críticas como los arrecifes de coral, los manglares y las zonas de cría; tener en cuenta las tallas mínima y máxima de captura; así como el control en las artes de pesca que se utilizan.
Otras acciones dirigidas a la conservación de los recursos pesqueros se relacionan con la prohibición de artes poco selectivas, las vedas reproductivas, la demarcación de áreas marinas protegidas y zonas de cría y el establecimiento de cuotas de capturas. Sobre esta última quedó definida una propuesta para la temporada de pesca 2025-2026 en la zona A de la plataforma cubana (Golfo de Ana María y Guacanayabo) en la que se incluyen especies de interés del proyecto como el pargo criollo, la biajaiba, la sierra, el sábalo, la raya americana y la liseta.
En las sesiones finales, Abel Betanzos Vega, presentó algunas experiencias en el manejo y cultivo del ostión de mangle, recurso afectado por la contaminación costera, la salinidad, el aumento de la temperatura del agua, el nivel medio del mar, la deforestación y tala del mangle y la pesca de acceso libre.
El experto del CIP compartió con los participantes las ventajas de desarrollar la ostricultura artesanal con enfoque ecosistémico como una opción económica y ambientalmente factible. “El cultivo de esa especie no necesita alimento adicional al que filtra del medio natural y alcanza una mayor calidad y rendimiento en carne que el ostión silvestre”, señaló.
Con un monto de aproximadamente USD 1,3 millones, Conpescas Guacanayabo contribuye a la conservación de la biodiversidad marina a través de la gestión sostenible de los recursos pesqueros y otros recursos marino-costeros, aplicando el Enfoque Ecosistémico de la Pesca y la Acuicultura (EEPA), promovido por la FAO.
El Golfo de Guacanayabo aporta aproximadamente el 28,6 % de la producción pesquera, alberga algunos de los más extensos y mejor conservados manglares, pastos marinos y arrecifes de la región y en sus aguas conviven más del 55 % de las especies endémicas del Caribe.
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