En la última Cumbre del Clima, COP 28, efectuada en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, el pasado diciembre de 2023, la urgencia de avanzar hacia una transición energética que deje de utilizar el petróleo, el gas y el carbón ocupó un espacio prominente en la agenda temática de la cita.
Así, entre los objetivos planteados en el acuerdo final, suscrito por los jefes de delegaciones de 198 países, resaltan los referidos a triplicar, para 2030, la capacidad global de energías renovables y duplicar la tasa media anual mundial de mejora de la eficiencia energética, dejar de utilizar combustibles fósiles en sistemas energéticos de manera justa y ordenada para lograr cero emisiones netas en 2050, y acelerar el desarrollo de tecnologías limpias de emisiones cero y bajas, como son la energía solar y la eólica, por mencionar algunas.
Pero en un contexto de mitigación del cambio climático, basado en el salto hacia nuevas matrices energéticas limpias y renovables, los llamados minerales estratégicos y de otro tipo adquieren un protagonismo irrefutable.
Sobre el tema, Granma conversó con el doctor Joaquín Proenza Fernández, catedrático de Yacimientos Minerales de la Universidad de Barcelona, y coordinador del grupo de investigación Recursos Minerales para la Transición Energética, de ese propio recinto docente de altos estudios, quien recientemente visitó nuestro país y dictó un ciclo de conferencias en el Instituto de Geología y Paleontología.
«Paradójicamente, el despliegue de las tecnologías energéticas bajas en emisiones de carbono implica un aumento significativo de la demanda de recursos minerales (no renovables). De ahí que el proceso de transición energética hacia energías renovables depende entonces de la disponibilidad y la capacidad para extraerlos».
Según afirmó el científico, en un planeta con cero emisiones netas de carbono, algunos metales y minerales serán tan importantes, como lo son en la actualidad el petróleo y el gas.
«Los resultados de las investigaciones disponibles indican que el proceso de transformación de la matriz energética solo será posible si existe seguridad en las cadenas de suministro de los denominados minerales críticos y/o estratégicos».
Su criticidad, recalcó el profesor Proenza Fernández, obedece a que contienen elementos químicos, metálicos o no metálicos, esenciales para las tecnologías modernas, las economías y la seguridad nacional, mientras que sus cadenas de suministros presentan riesgo alto de interrupción.
«Hasta hace relativamente poco tiempo, muchos de estos elementos se extraían solo en cantidades limitadas, pero actualmente se usan para producir celdas fotovoltaicas (boro, germanio, galio, indio, teluro, selenio), aerogeneradores (tierras raras, boro, niobio), baterías eléctricas recargables (litio), pilas de combustible de óxidos sólidos (escandio) y motores de vehículos eléctricos (tierras raras e itrio)».
Para el doctor Joaquín Proenza, el principal desafío a corto plazo es que las reservas (no los recursos) de varios metales/minerales, necesarios a la hora de introducir las tecnologías energéticas que producen energías con cero emisiones de dióxido de carbono, son insuficientes para satisfacer la creciente demanda.
Recalcó que, actualmente, la extracción de muchos de estos recursos naturales está geográficamente más concentrada, que la de petróleo y gas natural.
«Por ejemplo, la República Democrática del Congo produce más del 60 % del cobalto necesario en la fabricación de baterías de iones de litio, mientras China aporta cerca del 90 % del galio utilizado en la fabricación de paneles solares y semiconductores, además de liderar hoy los mayores volúmenes de procesamiento de cobre, litio, níquel, cobalto y tierras raras».
Este último término se refiere a elementos que son difíciles de separar de los minerales que los contienen. Tienen características particulares, como maleabilidad, magnetismo intenso y alta capacidad de absorción y emisión de la luz.
Básicamente, se emplean en la producción de imanes permanentes utilizados en la fabricación de turbinas eólicas, motores de vehículos eléctricos, superconductores, lámparas led y láseres. Figuran, entre ellos, el escandio, el lantano, el samario, el gadolinio y el lutecio.
Como aseveró el doctor Proenza, la transición energética necesita de geólogos, geofísicos, metalúrgicos y otros profesionales altamente calificados, capaces de encontrar, explotar y procesar de la manera más sostenible posible, los recursos minerales que requiere ese complejo proceso.
«La sociedad debe comprender que la energía solar o eólica, por sí solas, no producen energía eléctrica; necesitan de tecnologías consumidoras de metales y minerales que son las que tienen esa capacidad».
EN CUBA
La máster en Ciencias Kenya Elvira Núñez Cambra, investigadora auxiliar del Instituto de Geología y Paleontología, del Ministerio de Energía y Minas, y presidenta de la Sociedad Cubana de Geología, dijo a este rotativo que nuestro país dispone de importantes recursos de minerales críticos y estratégicos para la transición energética, relación en la que aparecen, entre otros, níquel, cobalto, cromo, cobre, manganeso, plata, zinc y escandio.
«Asimismo, por las condiciones geológicas del archipiélago cubano, tenemos una significativa presencia de mineralización asociada a rocas de corteza oceánica y ultrabásicas, como el níquel y el cobalto, con contenidos de escandio en las lateritas niquelíferas de la región oriental, de suma utilidad para la fabricación de baterías y muy demandadas en el mercado internacional».
En el territorio nacional, destacó la especialista, también hay una apreciable mineralización de elementos de tierras raras, principalmente escandio, asociada a los llamados mantos de meteorización de menas de oro, plata, zinc, es decir zonas con concentración natural de esos elementos, producto de la actividad erosiva sobre sus yacimientos.
Tomado de Granma
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