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¿Por qué la imprevista calma ciclónica en el Atlántico?

La actual prevalencia de condiciones adversas a la actividad ciclónica, debe cambiar en las venideras semanas con la disminución de la influencia del polvo del Sahara.

La temporada ciclónica 2024 en la cuenca del Atlántico, que incluye también al golfo de México y al mar Caribe, muestra un comportamiento muy por debajo de la hiperactividad anunciada en los pronósticos estacionales, difundidos antes de su comienzo y ratificados posteriormente.

Así, por ejemplo, en su primera proyección, dada a conocer en abril, la Universidad Estatal de Colorado, en Estados Unidos, pionera en el mundo en emitir ese tipo de pronóstico, indicaba la formación de 23 tormentas tropicales, de las cuales 11 alcanzarían la categoría de huracán. A principios de julio, elevaron a 25 el número de ciclones tropicales con nombre, y a 12, el de huracanes.

El emitido en mayo por nuestro Instituto de Meteorología, planteó el surgimiento de 20 tormentas tropicales, con la posibilidad de que once se convirtieran en huracanes.

Tras la actualización hecha a mediados del mes pasado, el pronóstico cubano ratificó su predicción inicial de que la temporada sería muy activa, pues contando los cinco organismos ciclónicos tropicales desarrollados hasta el 12 de agosto, cifró en 15 el probable número de tormentas tropicales a formarse entre esa última fecha y el 30 de noviembre.  De ellas, nueve podrían ser huracanes. 

Vale destacar que los augurios de una temporada notoriamente «movida», se basaban en los altos valores de la temperatura superficial del mar en la franja tropical del Atlántico norte, con valores récords para la etapa 1951–2024, el predominio de condiciones neutrales en el océano Pacífico y el probable regreso de un nuevo evento La Niña/Oscilación del Sur (Aenos), el cual ha demorado más de lo estimado inicialmente en aparecer.

Ahora, los modelos sugieren que La Niña pueda surgir en el transcurso de septiembre u octubre.

Sin embargo, impera una inactividad total que ya se prolonga por más de tres semanas, a pesar de estar inmersos en el periodo de máxima ciclogénesis. Consultado sobre las causas de la inesperada «pausa» ciclónica, el doctor en Ciencias Físicas Eugenio Mojena López, asesor del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, detalló, que entre ellas figura la abundante presencia de nubes de polvo del Sahara en la zona principal de desarrollo de estos organismos, en la cuenca del Atlántico.

«Esa condición inhibe de manera significativa el surgimiento e intensificación de los ciclones tropicales (ct), pues les crea un ambiente sumamente hostil, debido al aporte de aire muy caliente y seco, con valores mínimos de humedad relativa.

«También, las nubes de polvo incrementan de manera significativa la cizalladura vertical del viento en las capas medias de la atmósfera –los llamados vientos cortantes–, factor que impide a los ct concentrar la energía requerida para su formación y gradual fortalecimiento, además de contribuir al establecimiento de marcadas condiciones de estabilidad atmosférica».

Según recalcó el profesor Mojena López, desde hace varios años existen evidencias científicas irrefutables del efecto modulador del Polvo del Sahara sobre el comportamiento de la actividad ciclónica.

Otros factores vinculados a tan inusual panorama meteorológico, citados por el doctor Eugenio Mojena, son el comportamiento anómalo de los centros de presión atmosférica en el Atlántico, y la salida de las ondas tropicales de África, a latitudes más altas de las habituales.

«Ello las pone a merced de la irrupción más directa de aire muy seco asociado al bien llamado verdugo de los huracanes, capaz de limitar en gran medida la actividad convectiva de estos sistemas».

Sin embargo, la actual prevalencia de condiciones adversas a la actividad ciclónica, debe cambiar en las venideras semanas, al esperarse una disminución de la influencia del polvo del Sahara. La tranquilidad imperante puede terminar, y es preciso no confiarnos y mantenernos preparados y alertas, resaltó.

MUY PELIGROSO SEPTIEMBRE

Para Cuba en particular, septiembre constituye históricamente el segundo mes más peligroso de la temporada en lo referido al azote de ciclones tropicales, superado solo por octubre.

El profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, coordinador de la Comisión de Historia de la Sociedad Meteorológica de Cuba (SometCuba), precisó a Granma que, de acuerdo con la cronología documentada del Instituto de Meteorología, entre 1791 y 2023, impactaron al país 36 huracanes en septiembre, cifra equivalente al 32 % del total que lo hicieron en ese periodo de 232 años.

Dentro de los casos célebres por su huella destructora, resalta el que procedente de las Bahamas orientales, hizo un giro sorpresivo hacia el oestesuroeste y penetró en el territorio nacional por un punto cercano a Caibarién, el 4 de septiembre de 1888, y al día siguiente, salió al mar por el extremo oeste de Pinar del Río.

Ocasionó severas inundaciones costeras en el norte de las actuales provincias de Villa Clara, Matanzas y La Habana, estimándose en alrededor de 600 el número probable de fallecidos, indicó el profesor Ramos Guadalupe.

Imposible no mencionar al intenso huracán del 9 de septiembre de 1919 (se van a cumplir 105 años), cuya triste notoriedad obedece a que provocó el hundimiento, en el estrecho de la Florida, del vapor español Valbanera, con más de 400 pasajeros a bordo, mientras cubría la ruta de Santiago de Cuba a La Habana.

En la presente centuria, puntualizó el reconocido historiador, los más notables acaecidos en el noveno mes del calendario fueron Ivan en 2004, Ike en 2008, Irma en 2017 y el Ian en 2022.

Con relación al Irma, constituyó el primer huracán Categoría cinco en tocar tierra cubana, desde el huracán de Santa Cruz del Sur, del 9 de noviembre de 1932. Entró por Cayo Romano, al norte de la provincia de Camagüey, alrededor de las once de la noche del 8 de septiembre, con vientos máximos sostenidos de 275 kilómetros por hora, y afectó a casi toda la costa norte de nuestro archipiélago de oriente a occidente, causando cuantiosos daños en el sector de la vivienda, en las comunicaciones, en el sistema eléctrico nacional, en la agricultura y en la infraestructura vial.

Tomado de Granma

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