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Ramona Oviedo: Camino hecho de plantas

Foto: Manuel Alejandro Saiz Moya

Mucho deben a esta mujer conversadora y pausada varias generaciones de botánicos cubanos. Ella ha sido esencial para los estudios sobre especies invasoras en el país y para romper ciertos estigmas de género que quedan en su especialidad.

La doctora Ramona Oviedo Prieto es un caso raro y admirable en el mundo de la botánica, llegó a la investigación en este campo sin haber estudiado biología.

En la actualidad, la doctora Oviedo Prieto trabaja como curadora naturalista superior del herbario nacional de Cuba, perteneciente al Instituto de Ecología y Sistemática del ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente. Además, es respetada y querida asesora de alumnos en tesis de diploma y de postgrado. Pero más allá de los títulos, su vínculo con las plantas comenzó realmente muy niña.

“Desde pequeña quise conocer la naturaleza y en general el comportamiento de los seres vivos, porque nací y crecí en el campo. Soy de origen campesino, de una finca en Santo Domingo, Villa Clara. Me enteré que existía la luz eléctrica cuando cumplí 12 años. Mis padres eran prácticamente analfabetos. Y ese ambiente natal humilde, junto a las posibilidades de estudio, me definieron como profesional.

“Estoy en contacto con la naturaleza desde que vine al mundo. Pero cuando empecé a estudiar, no fue biología. En ese entonces tenía 12 años y me estaba preparando para ser profesora. Fui a Minas del Frío en la Sierra Maestra y ese contacto con la exuberancia local me marcó mucho.

“Mi primer estudio relacionado con las plantas fue un técnico medio en jardinería y floricultura en una escuela que se llama Rosalía Abreu, cerca del aeropuerto. Ahí estuve becada porque era de provincia. El choque de la vida de becada es muy fuerte, salir de la libertad del campo a vivir en un régimen de estudio interno. A partir de que me relacioné con otros jóvenes de mi edad que eran también del campo, comencé adaptarme al cambio. Con el tiempo hicimos un círculo de interés de plantas donde buscábamos ejemplares para el vivero de la escuela por toda La Habana”.

Cuenta Ramona que cuando comenzó a trabajar de auxiliar de investigación, entre sus primeros temas de pesquisa estuvo el estudio de plantas silvestres. Intentó estudiar biología, pero no tenían curso dirigido, y como era trabajadora tuvo que optar por otra carrera; así llegó a estudiar Ingeniería agrónoma en la Universidad Agraria de la Habana.

Luego hizo su maestría en el Jardín Botánico Nacional, por la Universidad de La Habana, especializándose en taxonomía vegetal y botánica. Su doctorado fue en la Universidad de Alicante en estudios de Bosques Tropicales y Conservación y en relación también con las posibilidades del turismo y el ecoturismo.

Ramona Oviedo: Camino hecho de plantas
El trabajo de campo y la curaduría vegetal son los momentos preferidos de Ramona, en sus más de 50 años de vida dedicados al estudio de las plantas. (Foto: cortesía de la entrevistada)

La doctora Oviedo nos cuenta de sus primeras investigaciones y de cómo fue perfilando su perfil profesional.

“Entre los primeros proyectos estuvo el de Fortalecimiento del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, donde durante los cinco años que duró, y hasta hoy, siempre he estado muy vinculada a los planes de manejo. Yo ayudo a hacer el inventario y a identificar cuáles son las especies más importantes que tienen en su territorio para concebir las prioridades de conservación y actividades de monitoreo.

“He participado también en trabajos de curaduría vegetal, en la evaluación del área Sabana Camagüey y en el estudio de la relación entre las plantas y las aves”.

Entre las investigaciones más destacadas de Ramona está el estudio de plantas invasoras, en el que se involucró desde inicios de 1990.

Al preguntarle sobre esta nos contó cuando comenzó el interés por este grupo de plantas.

“Inicialmente estuvo dirigido al análisis de plantas consideradas maleza, por peticiones de servicio de la agricultura, al que muchas veces tenemos que identificarles y darles la información botánica. De ahí fuimos relacionando diversas especies indeseables o que representaran un problema para la agricultura o para las plantas autóctonas. Luego, a inicios del siglo actual se conforma el proyecto de estudio de especies exóticas invasoras.

“Los primeros talleres fueron con el Sistema Nacional de Áreas Protegidas y en Guantánamo en el año 2004, ya que estas zonas son el objetivo central de conservación de nuestra diversidad biológica”.

La profesora Ramona tiene un temperamento calmado. Durante el diálogo se detuvo varias veces para mostrarnos varias de las plantas de la Quinta de los Molinos. Sin hacer un solo chiste o comentario jocoso logra amenizar la conversación.

Casi igual que a la botánica, Ramona llegó a la docencia de forma atípica, por azares del destino y vocación. La Universidad de La Habana y diversos grupos que estudiaban la flora le pidieron que compartiera sus conocimientos sobre los herbarios y la curaduría de plantas. Así comenzó su camino por la docencia y sin ser directamente profesora de la universidad formó a varias generaciones de botánicos.

Ramona Oviedo: Camino hecho de plantas
Durante su larga carrera ha sido notoria su vocación para colaborar con sus colegas y también con jóvenes estudiantes o interesados en la botánica (Foto; cortesía de la entrevistada)

Luego, como parte de esa labor investigativa y docente participó en intercambios de conocimiento con otros centros investigativos internacionales. “En 1992 fui a estudiar unas colecciones cubanas que llevaban más de cien años en el Jardín Botánico de Madrid. Estas plantas fueron colectadas en el siglo XIX por el botánico norteamericano Charles Wright.

“Estas colecciones él las vendió por el mundo y más de dos mil ejemplares fueron a parar a Madrid. Tras muchos años sin ser estudiadas, se hizo una investigación con botánicos cubanos, entre los que estaba yo, como parte del 500 aniversario del llamado encuentro de los dos mundos.

“Luego volví a España para estudiar mi doctorado, siendo ya abuela. Fue un doctorado curricular, lo que me permitió más flexibilidad. Solo tuve que ir a presentar mi tesis en el 2013. Obtuve mi título con calificación Cumlaude. El tema fue el turismo en el humedal de la Ciénaga de Zapata”.

Muchas veces su vida profesional ha entrado en conflictos con la personal, pero con el apoyo de su familia ha logrado salir adelante. Su esposo también es un científico y como médico veterinario ha tenido que cumplir misión en el exterior. A él lo conoció en la beca, mientas estudiaba en la Universidad Agraria de La Habana. La historia de ambos es similar, de orígenes campesinos vinieron becados a La Habana y estudiaron carreras que entremezclan el mundo urbano con el rural. Y a pesar de lo sacrificado de ambas profesiones, lograron formar una familia que se mantiene unida.

“A veces tenía que ir de expedición al campo y pasaba días o semanas sin ver a mis hijas, separada de la familia. Pero ellas comprendían el valor de mi profesión”. La parte final de la vida de sus padres también fue difícil, no pudo estar el tiempo que deseó junto a ellos debido su trabajo. En ese periodo de tiempo su esposo cumplió misión en el extranjero como medico veterinario, lo que hizo aún más complejo el entorno familiar. “Aún así mi esposo, mis hijas y mis padres mientras estuvieron vivos siempre me apoyaron”.

“Todavía, a veces, mis hijas protestan cuando no puedo dedicarles suficiente tiempo o me ausento de alguna reunión familiar, pero luego lo comprenden y me aplauden cuando obtengo algún reconocimiento o realizo alguna publicación. En definitiva, mi familia ha sido sustento de que yo pueda dedicarme a la botánica durante más de 50 años”.

De los recuerdos más valiosos de su historia profesional nos regala el hecho de haber sido alumna del botánico Julián Acuña Galé. Durante sus últimos nueve meses de vida, el destacado científico, le dedicó un día a la semana para darle clases.

“Con Julián Acuña Galé tengo una anécdota simpática. Yo con 19 años iba a preguntarle cosas y llevarle plantas que encontraba en mis estudios de campo. En una ocasión le muestro un ejemplar que había recolectado, y él me dice hamelia patens. Yo busco el nombre en los registros durante días, cuando vuelvo a la consulta me atrevía preguntarle si se había equivocado, porque no lo encontraba en los registros.

El doctor Acuña, impasible, me dijo, usted se olvida que estamos hablando en latín, y que hamelia es con h. Cuando aquella personalidad me dijo que si yo lo había buscado por la h, yo quería morirme de la vergüenza”.

Ramona Oviedo: Camino hecho de plantas
Foto; cortesía de la entrevistada

Ramona comparte también experiencias dolorosas, ocasiones en que fue discriminada por su género y su origen campesino. “Mis padres me decían que cómo había salido del campo para meterme de nuevo en él. Personas que me conocían de niña me regañaban por estar con hombres en el monte, alegando que mi esposo me iba a dejar por eso”.

En una oportunidad, rememora, tuvo que ir a los mogotes de Viñales en busca de una planta poco conocida. El guarda del parque le insistió varias veces que esa planta no estaba ahí, a lo que ella replicó que tenía registro de su existencia. Durante la conversación varias veces hizo referencia a que era mujer, y que si de La Habana no podían haber mandado un hombre, que el ascenso era difícil.

“El no sabía que yo era del campo, que para mí eso no era nada difícil”, comenta. Tras varias horas de búsqueda logró encontrar la planta. “Con el tiempo me di cuenta que este señor se sentía avergonzado por infravalorarme y llegamos a hacernos amigos. Otras veces que fui a Viñales él me ayudó con la búsqueda”.

“La discriminación por ser mujer es algo que aún se mantiene en la botánica, aunque ha disminuido. Cada vez son más las alumnas mujeres que tengo y eso es algo que me alegra mucho”.

Tomado de Juventud Técnica

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