El 11 de septiembre, el mundo observó conmocionado cómo los mismos militares que habían jurado lealtad al Presidente de Chile se volteaban en su contra y, de esa forma, en contra del pueblo que democráticamente había elegido seguir el camino de la igualdad y la justicia.
Pero esta traición no nació sola, fue impulsada y financiada por el Gobierno de Estados Unidos, como bien lo reflejan Pilar Aguilera y Ricardo Fredes, autores de la introducción del libro El otro 11 de septiembre.
Para Aguilera y Fredes, la ayuda de la cia fue de vital importancia para una ejecución exitosa del golpe de Estado de Pinochet. El Gobierno estadounidense y las grandes compañías poseían importantes empresas en suelo chileno, por lo que un mandatario como Allende era un impedimento para seguir implementando sus políticas neoliberales.
Sobre el 11 de septiembre se ha dicho mucho, pero, sin duda alguna, una de las expresiones de apoyo más emotivas al pueblo chileno y a los familiares del desaparecido mandatario fueron las expresadas por nuestro líder histórico Fidel Castro Ruz, en el discurso pronunciado el 28 de septiembre de 1973.
«El Presidente no solo fue valiente y firme en cumplir su palabra de morir defendiendo la causa del pueblo, sino que se creció en la hora decisiva hasta límites increíbles. (…) Salvador Allende demostró más dignidad, más honor, más valor y más heroísmo que todos los militares fascistas juntos. Su gesto de grandeza incomparable, hundió para siempre en la ignominia a Pinochet y sus cómplices. ¡Así se es revolucionario!».
Lo que pasó después bien lo sabe Chile. Las canciones de Víctor Jara no volvieron a inundar los escenarios. La disolución del gobierno de la Unidad Popular, culminó uno de los sueños más hermosos de la América Latina del siglo xx. Y, constituyó además, un lamentable retroceso histórico en un país que tenía sueños de más.
Fuente: Granma
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