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Tres años de la Fundación UH: De la innovación organizacional a un ecosistema de innovación para el desarrollo

Entre los retos está lograr que la cultura de innovación se traduzca en resultados mucho más ambiciosos, con mayor aporte al desarrollo económico y social del país y al bienestar de las personas.

En un entorno mundial complejo caracterizado por transformaciones tecnológicas disruptivas, la innovación se convierte en un instrumento imprescindible para las organizaciones que enfrentan el desafío de adaptarse constantemente y tomar decisiones, frecuentemente en escenarios muy cambiantes. La innovación es también una de las fuentes de crecimiento y desarrollo más importantes de los países.

Hoy son comunes términos como incubación, L2M (del laboratorio al mercado), gestión de la innovación y del conocimiento, política de propiedad intelectual (PI) y patentes, protección internacional de las innovaciones, análisis de mercado y vigilancia del entorno. A escala global, proliferan parques científico-tecnológicos, oficinas de transferencia de tecnología, incubadoras tecnológicas.

En Cuba, la innovación es una prioridad en el proceso de transformación económica. Las universidades cubanas también respondieron creando instituciones de interfaz que permitieran conectar mejor el conocimiento y las invenciones con la economía y la sociedad. En ese contexto ha crecido durante los últimos tres años la Fundación Universitaria de Innovación y Desarrollo, de la Universidad de La Habana.

Su directora general, la doctora en Ciencias Vilma Hidalgo de los Santos, explica que surgió como una institución sin fines de lucro con orientación social para promover la innovación y orientar la investigación científica y tecnológica; articular, movilizar y fortalecer capacidades para llevar los resultados del conocimiento a la economía y la sociedad cubanas.

“¿Qué diferencia tiene esta organización, una institución sin fines de lucro, con una empresa? La diferencia es que la fundación no se concentra en obtener rentabilidad, sino en captar financiamientos para desarrollar proyectos cuyos resultados sean nuevos o mejores productos, servicios y tecnologías, y consolidar el círculo virtuoso de conocimiento-innovación-impacto”, dice.

La fundación se involucra en todos los eslabones del proceso de I+D+I, no solo en la explotación del resultado y su comercialización.

“Nuestro objetivo es conectar las capacidades de los grupos de investigación y desarrollo de la Universidad de La Habana con las necesidades y problemas que identificamos en las empresas. Orientamos las propuestas de valor de los proyectos, incidimos en su ruta tecnológica, apoyamos con financiamiento, alianzas; hacemos vigilancia tecnológica, gestionamos la propiedad intelectual y buscamos los mejores modelos de negocios para que esos productos y servicios tecnológicos obtengan un retorno económico y social”, agrega.

¿Funcional? ¿Viable? ¿Eficaz? Oficializada como institución sin fines de lucro por el Decreto 23/ 2020 del Consejo de Ministros, entre 2021 y 2023 la Fundación UH ingresó 160.6 millones de pesos, incluidos 66.9 millones por proyectos y contratos de servicios científico-técnicos y consultorías con la industria e instituciones y 3.9 millones de dólares por exportación.

“De esta última cifra de exportaciones, casi un 70% corresponde a servicios académicos internacionales que ofrecen facultades y centros de la Universidad de La Habana, pero empezamos a diversificarnos y un 30% proviene de transferencias de tecnología, consultorías y proyectos internacionales”, precisa la Dra. Hidalgo.

El grueso de los ingresos se destina al fondo social de la Universidad de La Habana y un porcentaje a financiar gastos de la fundación, una organización totalmente autofinanciada que no recibe recursos del presupuesto. Otra parte de los fondos se dedica a remunerar a profesores y estudiantes que intervienen en proyectos y contratos.

Esos ingresos han contribuido a mejorar las condiciones materiales de la universidad. Se han podido cumplir compromisos con asociaciones internacionales. Se ha apoyado la participación de profesores en eventos internacionales y becas de doctorado. Se han respaldado proyectos de innovación con medios informáticos y otro equipamiento, y se ha mejorado la remuneración de un tercio de los profesores del claustro universitario.

Esos son los números. Y cuentan. Dan fe de factibilidad, eficiencia y resultados.

Pero asomarse a la trayectoria y el día a día de la Fundación UH –cuya presidenta, y parte del equipo, es la rectora de la Universidad de La Habana, la Dra. C. Miriam Nicado–, revela el ámbito diverso y dinámico que abarca el colectivo de la fundación, en su mayoría mujeres y jóvenes graduados de Economía, Turismo, Contabilidad, Biología, Economía de Empresas, Química, Ingeniería Industrial, Derecho, Diseño Industrial, Gestión de la Información, Comunicación Social y Filosofía.

El equipo de la Fundación UH y participantes en el taller de cocreación Consolidando la Innovación en la Universidad de La Habana, celebrado en marzo último. Foto: Fundación UH.

Es, si se pudiera resumir, una organización de intermediación o interfaz, que facilita alianzas y codesarrollos entre investigadores-desarrolladores, la industria y los Gobiernos en proyectos de I+D+I, pero, a la vez, que promueve cultura, herramientas y metodologías de la innovación.

Pone en valor el potencial humano e intelectual de la universidad y sus centros de investigación y desarrollo; trabaja en la vigilancia e inteligencia tecnológica, regulatoria y de mercados, y ofrece capacitación a profesionales, emprendedores y estudiantes.

Incuba proyectos y empresas y provee protección a la propiedad intelectual (PI), clave no solo para el creador y la invención, sino para la promoción de los activos de PI existentes, para demostrar a la industria las posibilidades comerciales de las potenciales innovaciones, para asegurar los procesos de transferencia tecnológica y posibles asociaciones o negocios que permitan su desarrollo e ingreso a mercados y, con ello, el retorno de la inversión a la propia universidad, la economía y la sociedad cubanas.

De la innovación organizacional y el codesarrollo al ecosistema de innovación

“La conexión entre la academia y la industria hay que gestionarla; no es espontánea, es un proceso complejo”, sostiene la directora general de la Fundación UH, Dra. C. Vilma Hidalgo.

Poco después del mediodía, en una jornada no laboral y entre una y otra reunión de trabajo, la Dra. Hidalgo nos recibe en la sede de la fundación, en el Vedado habanero.

“Es muy importante resaltar que el equipo de la Fundación UH conduce el proceso de gestión de la innovación, pero estos resultados no se hubieran alcanzado sin el potencial científico de los equipos de desarrollo que integran profesionales y expertos de la Universidad de La Habana”, nos dice.

En su opinión, uno de los principales resultados está en la concepción. “Somos una innovación organizacional, social. No existía en Cuba una organización de este tipo y en estos tres años es un modelo que ha sido validado. Además, está institucionalizado con una gran cantidad de documentos que describen sus procesos. Todo eso puede ser totalmente transferible a cualquier otra universidad del país que se proponga crear una institución de este tipo.

“En la sociedad cubana son más conocidas las empresas y las unidades presupuestadas. Al inicio, cuando queríamos hacer un contrato, nos preguntaban: ‘¿Y ustedes quiénes son, una empresa o una ONG?’. No, somos una institución sin fines de lucro de la Universidad de La Habana para gestionar la innovación. Hemos tenido dificultades y también chocado con trabas, en algunos casos por causas subjetivas y en otros por mecanismos económicos que hay que transformar. Pero, te repito, a pesar de todo hemos tenido resultados”.

La fundación actúa en los ámbitos de la transformación digital, la transición energética, la biomedicina, la agricultura sostenible y los servicios profesionales. Vilma destaca que la apuesta estratégica de la cartera de proyectos después de tres años muestra resultados y beneficios para el país.

“Hemos movilizado 29.4 millones con proyectos en programas nacionales, por diversas vías: el Fondo Financiero de Ciencia e Innovación (Fonci), que ha sido fundamental; proyectos sectoriales y proyectos empresariales. El 57% de esos proyectos están en el sector biomédico, porque hemos logrado construir una alianza estratégica con BioCubaFarma”, explica.

Destaca que uno de los retos del equipo ha sido organizar grupos multidisciplinarios formados por expertos orientados a la investigación aplicada para desarrollar tecnologías, productos y servicios, con un enfoque multidisciplinario.

La fundación promueve proyectos con madurez tecnológica, contratos de desarrollo de tecnologías con la industria, contratos de comercialización de productos, servicios y consultorías con empresas, y programas internacionales de servicios académicos internacionales, formando y potenciando grupos especializados de las diferentes áreas de la Universidad de La Habana.

Esos grupos –dice– “son nuestros pequeños semilleros de futuras empresas. No todos lo van a ser, pero desde las universidades pueden surgir start-ups y spin-offs. Ese es también un resultado de la innovación en la actualidad”.

Hoy existe una constelación de figuras en el ecosistema de innovación de la UH: grupos de desarrollo y consultores, el Acelerador Agrícola, incubadoras y laboratorios conjuntos universidad-empresa. “Casi podemos decir que estamos incubando un parque científico”, apunta Vilma.

Los laboratorios conjuntos son fruto de la estrecha colaboración con el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (Laboratorio Conjunto de Nanobiomedicina); con el Centro de Inmunología Molecular (NanoCáncer); con la Unión Nacional Eléctrica (Laboratorio de Investigaciones Fotovoltaicas, de la Facultad de Física y el Instituto de Ciencia y Tecnología de Materiales, IMRE, de la UH), y con el Centro de Investigación y Desarrollo de Medicamentos y el Instituto Finlay de Vacunas (Laboratorio de Síntesis Química y Biomolecular, de la Facultad de Química).

“Que el Laboratorio de Síntesis Química sea parte de la patente de la vacuna Soberana 02 en conjunto con el IFV y el CIM es, sin dudas, uno de los resultados científicos más relevantes de la Universidad de La Habana en estos últimos años”, afirma la directora general de la fundación.

Un resultado importante han sido las tecnologías Nerea –paquete que incluye productos para mejora del suelo, fertilizantes y control de plagas–, basadas en zeolita natural. Es una invención de más de dos décadas desarrollada en el IMRE, pero que no se había podido generalizar en el país por múltiples razones.

Se creó un equipo conjunto Fundación UH-Nerea para impulsar Nerea, con el apoyo del Ministerio de la Agricultura, los grupos empresariales Tabacuba y Geominsal y el Ministerio de Industrias. “Particularmente, Tabacuba nos ha dado la oportunidad de validar el producto de forma generalizada en cultivos como frijol, plátano y papa y en los semilleros de tabaco, donde los resultados han sido muy buenos en Pinar del Río”, explica Vilma.

Uno de los cultivos de frijol donde se hace la validación de Nerea Plus en tierras del grupo empresarial Tabacuba, en Pinar del Río, con el empleo de drones. Foto: Fundación UH.

Ya se produce Nerea mediante contratos de transferencia tecnológica en varias empresas geomineras del país, entre ellas la pionera Geominera Oriente, y en Equifa, empresa química de Cienfuegos. A la par, se ha negociado con una empresa canadiense, International Zeolite Corporation (IZC), interesada en comercializar esa tecnología.

Con financiación de IZC, se presentó la patente y se registró la marca en Canadá. Actualmente se están realizando validaciones en diferentes cultivos en alianza con el Niagara College, de esa nación.

La introducción de Nerea en Canadá ha impuesto nuevos retos tecnológicos. “Era muy costoso para los agricultores canadienses el protocolo usado en Cuba para Nerea; obligó a corregir la ruta tecnológica para que fuera más viable económicamente. En estos momentos, el equipo Nerea y la Dirección de Desarrollo de la Fundación UH están validando nuevas combinaciones, con excelentes resultados”.

Otro resultado es DermaUH, una aplicación web multiplataforma para el registro y diagnóstico de las lesiones de cáncer de piel, desarrollada por un grupo de la Facultad de Matemática en alianza con el CIGB y con la participación de médicos especialistas. Actualmente, se está conformando un equipo multidisciplinario con la colaboración del IMRE y la empresa Combiomed para incorporar mayores desarrollos.

Con apoyo de la fundación se gestionó un proyecto con el Fonci para que el Laboratorio de Síntesis Química y Biomolecular de la UH sintetizara el IFA de la warfarina, un medicamento del cuadro básico del Minsap.

La fase de escalado transcurrirá en el Cidem y al propio tiempo se evaluará la factibilidad económica del proyecto y su reflejo en la sustitución de importaciones. “Se espera que el componente activo obtenido en el laboratorio sustituya el que actualmente se importa y se ahorren divisas al país. Lo importante es que, desde el punto de vista tecnológico, se pudo lograr”, señala la Dra. Hidalgo.

Un equipo del Instituto de Criptografía de la UH está aplicando la blockchain a cadenas industriales de medicamentos en alianza con la Empresa de Tecnologías de la Información (ETI), de BioCubaFarma, y con Tecnomática en la cadena de suministro de combustibles para la aviación, a lo que se suma un contrato con el Banco Central para aplicar la blockchain en los mecanismos de deuda pública.

La tecnología blockchain ofrece seguridad a la trazabilidad de los productos en una cadena y es fuente de competitividad. El Instituto de Criptografía también ha logrado una PKI, firma digital, que ha sido introducida en varios contratos empresariales.

En tres años de existencia, el equipo de la Fundación UH ha contribuido a la cultura y a consolidar el ecosistema de innovación en el país. “Y no solamente con esta innovación organizacional, sino con otras figuras que se han creado”, precisa la Dra. Hidalgo, que también menciona los convenios con Gobiernos locales e instituciones internacionales.

Entre las figuras creadas están InCuba, incubadora de innovación y emprendimiento fundada en alianza con la Universidad Humboldt; el Acelerador Agrícola, en el municipio La Lisa, y el Laboratorio Social Urbano, en Centro Habana.

El Acelerador Agrícola sustenta el concepto de agricultura orgánica. El polígono permite transferir tecnologías creadas desde la universidad y realizar pruebas en campo abierto y casas de cultivo. Foto: Fundación UH.

Sobre el Acelerador Agrícola, Vilma explica que es un proyecto maduro de la fundación ubicado en el Instituto de Farmacia y Alimentos de la Universidad de La Habana. En él intervienen varias áreas universitarias, entre ellas el IMRE, el Centro de Productos Naturales, las facultades de Química, Biología, Geografía y Economía y el propio IFAL.

El acelerador permite acelerar las tecnologías para que lleguen al sector productivo. Incluye una incubadora para promover cultura, impulsar proyectos y pymes de base tecnológica en la cadena alimentaria. Hoy se realizan validaciones de nuevos productos Nerea y Biobras, este último un bioestimulador de crecimiento vegetal desarrollado por el Centro de Productos Naturales de la Facultad de Química.

Hay allí, entre otros, un proyecto de economía circular para procesar residuos de la comunidad usando lombricultura y un modelo industrial de vivero fotovoltaico del Laboratorio de Investigaciones Fotovoltaicas, cuyo prototipo fue construido en alianza con una mipyme estatal, Lumec, de Gedeme. Además, un aula social de capacitación que recientemente acogió un curso sobre la tecnología Nerea para productores y centros de investigación.

Entrenamiento sobre el paquete tecnológico Nerea en el aula rústica del Acelerador Agrícola, en los terrenos del Instituto de Farmacia y Alimentos, marzo de 2024. Foto: Fundación UH.

El Laboratorio Social Urbano, en Centro Habana, es una iniciativa apoyada por la Agencia Vasca de Cooperación y Tecnalia, un prestigioso centro tecnológico de referencia en Europa.

“Está avanzando. Nuestro objetivo es que la estrategia de desarrollo local incorpore la dimensión de innovación. Los programas son diversos: extensión universitaria y formación profesional para jóvenes, capacitación al Gobierno, interacción con la comunidad, cartera de proyectos tecnológicos, urbanismo y una incubadora para impulsar emprendimientos de base tecnológica y proyectos de desarrollo local. Es una plataforma donde pueden participar todas las áreas de la universidad y también está con nosotros la Cujae”, cuenta la directora general de la Fundación UH.

La institución organiza frecuentemente talleres y seminarios. Solo en 2023, participaron más de 1 000 personas. “Estamos fortaleciendo capacidades en materia de innovación tanto en la comunidad científica como en las empresas estatales y en los nuevos actores económicos”, destaca.

Un caso de éxito ha sido el proyecto Inno-Cuba, en alianza con Tecnalia, para mejorar procesos de innovación en grandes empresas. “Reunió a representantes de más de 30 empresas estatales, entre ellas algunas de BioCubaFarma y el Minem. Con ellos, nuestro equipo discutió sobre estrategias, proyectos y también de intraemprendimientos: tratar de sacar a la empresa de su espacio de confort, porque las empresas también pueden innovar y generar nuevos emprendimientos”.

Como parte del trabajo de la fundación, InCuba desarrolla rondas de incubación donde participan equipos universitarios, empresas y nuevos actores económicos. “Incubamos equipos que puedan convertirse en grupos consultores o en start-ups; también incubamos pymes que busquen mejorar su modelo de negocios”, apunta la Dra. Hidalgo.

InCuba ofrece, además, entrenamientos para los nuevos actores. “Nuestra visión es que ecosistemas de emprendimientos puedan tributar al desarrollo sostenible”, añade.

Gestión de la innovación, empresas de base tecnológica, capital humano y desarrollo

Las alianzas internacionales han sido una fortaleza de la fundación. Sobresalen, entre otras, las establecidas con Tecnalia, Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo, FAO, PNUD, Agencia de Cooperación Internacional de Japón, Universidad Humboldt, Universidad de Lund, Ni lujo ni una de las palabras de moda que circulan en internet y otros escenarios comunicacionales. La innovación es hoy fundamental para la competitividad de las organizaciones, para que generen proyectos y resultados de forma recurrente y logren su realización con retornos positivos en su gestión y en la economía y la sociedad.

Implica dominar herramientas y metodologías complejas en un entorno dinámico, en constante cambio y muy competitivo, donde es vital la información, y requiere que se destinen recursos y capacidades a su desarrollo.

“La internacionalización de los proyectos en etapas tempranas tiene muchas ventajas. Permite conocer las regulaciones de los mercados internacionales, construir alianzas y contar con más posibilidades de éxito para penetrar un mercado. Es un instrumento que puede favorecer que las invenciones alcancen mercados globales y lo hagan con la PI protegida.

“Nuestro equipo de desarrollo y de PI insiste en la vigilancia temprana para corregir la ruta de las investigaciones con la intención de obtener patentes. La vigilancia tecnológica tiene que estar desde el primer momento en la investigación.

“La conexión entre la academia y la industria hay que gestionarla; no es espontánea, es un proceso complejo”.

“Cuando preguntas sobre los resultados de innovación, se habla de PI y licencias de patentes, pero también de spin-offs o start-ups. Una patente, un secreto, una tecnología, tienen mucho valor para las empresas. Pero cuando tienes una spin-off, además del conocimiento y de la tecnología, de ese activo y la patente, hay un modelo de negocios que se está validando, con una cartera de clientes y proveedores.

“Eso tiene más valor. Muchas universidades y centros tecnológicos no solo licencian patentes, sino que también incuban empresas. Algunas quedan dentro de la universidad y otras crecen, evolucionan y salen de ese ámbito”, comenta la directora general de la Fundación UH.

Es un canal que tienen las universidades para transferir conocimiento y crear empresas de base tecnológica.

“Cuba ha hecho por décadas un esfuerzo extraordinario en educación y hoy el potencial humano sigue siendo muy calificado. Hay que evitar el drenaje de fuerza de trabajo calificada hacia actividades precarias o hacia el exterior. Hay que crear empresas de base tecnológica que demanden calificación y generen empleo de calidad. Las start-ups pueden ser una vía para crear nuevas empresas basadas en conocimiento.

“Eso aporta más competitividad a la industria nacional. Y puede generarse no solo a partir de las universidades; están los parques científico-tecnológicos y otros mecanismos”, sostiene la Dra. Hidalgo.

Le pregunto si en un entorno universitario con tensiones de recursos humanos la creación de empresas de base tecnológica podría preocupar a algunos, porque “absorberían” a cierto número de expertos.

En su opinión, “ciertamente, la universidad tiene que conciliar muchos objetivos. El más importante, formar profesionales para nuestra sociedad. Pero también tiene que crear y transferir conocimientos. Hay que involucrar más a los estudiantes en las dinámicas de innovación. Proyectos y empresas incubados pueden pasar luego a la industria y de esa manera las universidades transfieren nueva fuerza de trabajo calificada, tecnología y conocimiento”.

Considera, además, que “hay que encontrar los mejores esquemas para las universidades si queremos potenciar estas capacidades”. Con apoyo de un proyecto sectorial del MES, la fundación está estudiando el tema.

“Si queremos impulsar un programa de start-ups desde las universidades, hay que reconocer en la legislación la figura de ‘empresa en proceso de incubación’, porque es una fase en la que se valida la tecnología y el modelo de negocio. Aunque se estén generando ingresos, puede que no estén las condiciones para formar una empresa. Esa figura nos daría facilidades para impulsar proyectos de ese tipo en las universidades”, dice.

Innovación con la mirada en el estado del arte y el mercado, pero con una orientación social. La innovación se realiza cuando se introduce el resultado en el mercado. Requiere de herramientas y metodologías; alianzas, codesarrollos y asociaciones; capacidad de reacción ante un entorno cambiante y competitivo; permanente estudio y aprendizaje, adaptación y creación constantes.

 “A veces se cree que el valor de la innovación está solo en el resultado científico. Tan difícil es llegar a un resultado científico como lograr que este se convierta en un producto o una tecnología que penetre el mercado. Las entidades dinamizadoras o de interfaz que se han creado pueden contribuir mucho en esta dirección y agregan valor al proceso de I+D+I. La innovación es un proceso complejo que solo puede conducirse desde una visión holística.

“Existe una amplia literatura en Cuba y el mundo sobre el rol de los sistemas de innovación en el crecimiento y desarrollo de los países, y mucha documentación acerca de buenas prácticas en materia de gestión de innovación. Nuestro equipo se ha preparado para asimilar ese conocimiento, contextualizarlo y aplicarlo. El aprendizaje es continuo”, afirma.

La Dra. Hidalgo, economista especializada en macroeconomía y profesora titular, ha sido decana de la Facultad de Economía y vicerrectora de la UH. Es amplia su experiencia en el mundo universitario y, como directora general de la fundación, en el ámbito de la gestión de la innovación. Con tres años de creada la institución, le pregunto sobre sus impresiones, tomando en cuenta la recepción de esta iniciativa en los ámbitos académico, empresarial y social.

“La innovación no solo es en áreas de biotecnología, de frontera. En cualquier sector, la innovación agrega valor a un producto, tecnología, proceso o servicio. Es fuente de productividad y competitividad.

“Si logramos llevar adelante estos enfoques, puede ser extraordinario el efecto de la innovación en la sociedad. Aprovechando mejor el potencial humano e innovador de nuestro país, podemos lograr un cambio estructural hacia una industria basada en conocimiento y de mayor complejidad tecnológica, tendremos más oportunidades de insertarnos en el mercado internacional.

“Si Cuba lograra movilizar su potencial humano e innovador en todos los sectores, como se ha hecho en la salud y la biotecnología, la economía cubana podrá crecer en los próximos años”.

Retos, lo que queda por alcanzar

La directora general de la Fundación UH menciona entre los retos lograr que la cultura de innovación se traduzca en resultados mucho más ambiciosos, con mayor aporte al desarrollo económico y social del país y al bienestar de las personas.

“No estamos satisfechos, siempre digo que podemos exportar más, aportar más a la industria y al desarrollo del país. Pero también reconozco el inmenso esfuerzo del colectivo de la fundación y la Universidad de La Habana para posicionarse como líder de exportación de la educación superior. Somos sostenibles económicamente y aportamos al fondo social de la universidad, contribuyendo a la sostenibilidad de la ciencia y la innovación”, destaca la directora general de la Fundación UH.

Reitera que “hemos logrado avanzar mucho en la implementación de nuestro modelo organizacional, pero no hemos podido aplicar al ciento por ciento todas las atribuciones que nos confiere el Decreto 23 de 2020”.

Por ejemplo –añade– “hay mucho financiamiento que tiene la universidad que no se ha podido ejecutar por falta de suministros dentro del país y debido también a esquemas monetarios y cambiarios que no nos favorecen para continuar exportando. Pensamos que eso debe cambiar en el futuro, porque la exportación debe permitir mejorar la infraestructura tecnológica y científica para continuar creando conocimiento, innovaciones y más ingresos para el país.

“Las interfaces que se han creado no son entes aislados. Para potenciarlas hay que perfeccionar aún más el entorno institucional y regulatorio, eliminar mecanismos económicos que hoy son obstáculos para seguir aportando al país”.

Entre los retos, menciona el de que “la cultura de innovación se traduzca en resultados mucho más ambiciosos, con mayor aporte al desarrollo económico y social, y que mejore el bienestar de las personas; que nuestros jóvenes estén motivados por la ciencia y la innovación, que trabajen con una visión de país y encuentren mejores oportunidades laborales y proyectos de vida en Cuba.

“Que seamos capaces, desde las universidades, de formar a jóvenes comprometidos y competentes, con una cultura innovadora y emprendedora a favor del desarrollo de nuestro país y sus ciudadanos”.

Tomado de Cubadebate

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